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Cuando vi a Hugo Chávez



Tenía seis años (ahora tengo 21) cuando él llegó a la silla de Miraflores. Dios no me dio dones como saber bailar, ser un genio de las matemáticas o ser un corredor de obstáculos, pero me premió con una buena memoria, es por eso que recuerdo con claridad la gran caravana que hubo en mi pueblo cuando Hugo Chávez se convirtió en presidente a finales de 1998.

En Chávez muchos depositaron esperanzas, sueños y motivaciones, era como un Mesías que había venido a salvar a los oprimidos, a los pobres, a los olvidados del sistema. Todo sonaba de maravilla, poco a poco fue dejando en el camino a sus contendores  a un lado, Chávez ganó con una aplastante victoria, la fiesta no podía esperar.


En 2006 estudiaba en un modesto liceo que para aquel entonces quería tener el sobrenombre de “bolivariano” muchos lo tenían y era sinónimo de grandeza, muchos aseguraban como todos unos eruditos, que pasar a ser liceo bolivariano daría más oportunidades y posibilidades a los estudiantes, y mucho mejor, llegaría ayuda gubernamental para un mejor funcionamiento, todos querían ser parte de ese momento.
Yo tenía catorce años, y cursaba el octavo año, una profesora se acercó al salón e invitó a todos a celebrar unas rápidas e inesperadas elecciones para decidir quién sería el delegado de curso. Fui electo luego de un duro resultado que nos llevó a segunda vuelta, era un acontecimiento único en el salón de clases, sería el representante estudiantil antes las autoridades académicas, sonaba muy aburrido, pero en honor a los compañeros que votaron por mí, decidí aceptar el cargo.

Ser delegado traía muchas ventajas, podía salir más temprano de clases, ir a distintos eventos del liceo, que los profesores tuviera preferencia conmigo, en fin, supe aprovechar al máximo mi mandato, pero luego llegaron las responsabilidades. “Todos los delegados de sección deberán debatir con ideas críticas algunos proyectos a futuro para el beneficio del país. Se elegirá uno por año, los elegidos irán a Caracas a un encuentro nacional de jóvenes con el presidente Chávez” los aplausos no se hicieron esperar, el espíritu competitivo se observaba entre los presentes (la gran mayoría ratones de bibliotecas) yo necesitaba ir a ese lugar, primero no conocía la capital del país sería un sueño para mi, y segundo los pensamientos colectivos y frases que se tejían entre la figura del líder nacional eran encontradas, y eso creaba en él cierto misticismo que yo quería descubrir.

Las primeras mesas de trabajo se crearon,  y cada uno comenzaba a aportar ideas, para un niño de catorce años era muy extraña esa palabras de “debatir con ideas críticas algunos proyectos a futuro para el beneficio del país” sonaba a un libro de álgebra muy pesado que debía aprender para conseguir lo que buscaba, o un mapa del tesoro que debía descifrar para tener esas ideas críticas que tanto buscaba. En esos momentos hablar de política no era algo que preocupara mucho a los adolescentes (cosa muy distinta ahora) existían divisiones claras y se podía notar en cada presentación. Una de las profesoras que actuaba como jurado calificador me hizo una pregunta: “¿Crees que ser parte del modelo educativo bolivariano mejoraría la enseñanza en el plantel?” lo primero que pensé fue que yo no era profesor, y que no estaba acto para responder semejante pregunta. Mientras caminaba al centro del salón a responder en el micrófono mi mente se nubló, cuando reaccioné estaba de nuevo en mi asiento, algunos me observaban con detenimiento, otros con movimientos verticales en su cabeza mostraban apatía con mi intervención de la cual no recordaba nada. “Dijiste que no era algo que te competía, pero que desde tu criterio estudiantil era necesario dar un paso y un cambio, si no funcionaba se cambiada. Que teníamos que ser críticos y muchas cosas más” me dijo la compañera que estaba sentada a mi izquierda, esas palabras salieron de un lugar que no conocía en mi cerebro y fueron mi pasaporte para ser uno de los cinco elegidos para ir a Caracas, si no se presentaba ningún imprevisto conocería al hombre que dirigía el destino del país.

El día había llegado, en la ciudad esperábamos los buses que nos llevarían a la capital, ocho horas de trayecto nos separaban de Caracas “Viajaremos toda la noche” dijo el elegido del último año de bachillerato quien tenía familiares en la “cuna del Libertador” y muy seguidos viajaba para allá, que dichoso pensé. Durante el viaje compartí asiento con un joven de piel morena y un lunar en su frente que a los pocos minutos sucumbió a la magia de Morfeo. Muchas locuras pasaron en ese viaje, besos, movimientos extraños, algunos ingerían licor, otros fumaban cigarrillos  y los que estaban delante mi asiento parecía (según lo que escuché) que tenían sexo; para un niño de pueblo que no sabía nada del mundo era sorprendente y me emocionaba, pasada las tres de la mañana pude conciliar el sueño.

Cuando abrí mis ojos grandes edificios que no existían en mi pueblo me dieron los buenos días, estaba fascinado. Limpié mis ojos algo llenos de cristales verdes, y no dejé de admirar la grandeza de Caracas, desde ese momento me enamoró, sentimiento que aún sigue intacto y se refuerza al pasar de los años.
Aunque no fui seleccionado hice lo que pude para asistir a un programa de televisión, sería transmitido por el canal del Estado, tenía muy poca sintonía, pero eso no me importaba en ese momento, era un niño curioso que quería saber de todo, y observar con mis ojos la magia de la televisión, era en vivo, eso me motivaba mucho más. No llevaba teléfono móvil, mi madre no veía conveniente que yo tuviera uno a mi edad, así que no pude avisar a mis amigos y familiares que saldría en televisión, nadie lo notó.

De vuelta al lugar de concentración, almorzamos y fuimos caminando algunas cuadras a un gigantesco lugar que era muy sonado en televisión, un escenario donde se presentaba lo mejor de lo mejor, era el teatro Teresa Carreño (más tarde descubrí que era uno de los más grandes de Latinoamérica) era tan grandes que daba temor observarlo con detenimiento. Detrás de nosotros unos jóvenes no sentían en el más mínimo cansancio y con orgullo decían “Barinas presente, la tierra del Presidente” sin descanso lo gritaban, y ya me estaba molestando, yo no era simpatizante del chavismo, pero debo reconocer que me daba cierta envidia saber que ellos venían del mismo lugar que él.

Ya adentro, el ministro de educación nos dio la bienvenida, su nombre Aristóbulo Isturiz, habló por un largo rato, el lugar estaba lleno, y muy pocos parecían prestar atención a lo que él decía. La voz que servía de moderador en cada cadena nacional ya tenía imagen, era una joven con cabello teñido vestida de blanco, no dejaba de observar lo que parecía un papel con indicaciones, y a mi parecer nunca hizo contacto visual con los presente. Un grupo conocido de música venezolana hizo acto de presencia y todos comenzamos a bailar, o por lo menos hice el intento.

Corría el año 2006 y la orquesta sinfónica infantil Simón Bolívar no gozaba del respeto y reconocimiento mundial que hoy día tiene, pero ya comenzaban a mostrar la capacidad que tenían para atrapar al público, a gran cantidad de personas los vellos se le  erizaban al escuchar las notas del himno nacional.

Las puertas de la sala Ríos Reyna se cerraron y varios militares aparecieron en escena, en un principio sentí miedo, pero fue desapareciendo cuando me explicaron que el presidente Chávez estaba en el lugar, y fue así en efecto. No puedo negar que sentí una emoción muy grande al ver a Hugo Chávez (y eso que lo veía desde lejos) comencé a gritar de alegría, nunca entendí el por qué, como el canto de las sirenas quedé hipnotizado con el carisma de ese hombre, todo lo que decían era cierto, él tenía la capacidad de atrapar a cualquiera y hacerse respetar, desde ese día le guardé un respeto que nunca desapareció.

El presidente anunció que estábamos en cadena nacional, fue en ese entonces donde los presentes descubrimos que teníamos posibilidades de ser visto por nuestros familiares. Uno de los cinco elegidos sacó una pancarta que había hecho en su casa, decía el nombre de nuestro liceo y el lugar de donde veníamos. Tuvo mucho efecto, la cámara nos enfocó y muchos nos vieron, como un niño inocente me sentí famoso por tres segundos (siempre me causa risa recordar ese episodio) Luego Morfeo me llamó  de nuevo y caí rendido en el sueño, “Chávez habla mucho” le dijo yo a una compañera que no quería dejarme dormir, al final desistió de la idea y me dejó tranquilo. Al despertar todo estaba finalizando, con besos gratis para todos, el presidente Chávez se despidió y pasó mucho tiempo para volver a verlo.

Ya siendo mayor de edad y con una postura política definida (que no era la de Chávez) fui a verlo en plena campaña electoral  cuando visitó la ciudad más cercana a mi pueblo. El carisma seguía intacto, sentí que me observó en su paso por la avenida principal de la ciudad, y de nuevo me hipnotizó, escuché su discurso, y pudo llegarme al corazón. Pensé que era mejor apoyarlo a él que al otro contendiente, pero luego de unos días eliminé esa posibilidad, al final Chávez volvía a salir triunfador, fue esa la última vez que lo vi. Hugo Chávez ganó muchas guerras personales y electorales, tenía un poder para atrapar al que lo escuchara, y de hacerlo simpatizar con su modelo, decía lo que querías escuchar, al final no ganó la batalla más importante de su vida, contra el cáncer, aunque sigue vivo en la memoria de sus simpatizantes y en la calles de mi pueblo y toda la nación.



Nunca olvido ese momento, en que por vez primera conocía Caracas y me enamoré perdidamente de ella, fue en ese febrero de 2006 cuando vi a Chávez, no fui nada en su vida, pero fue gracias a él que yo conocí otra ciudad muy distinta a la mía.

Comentarios

  1. tu discurso es bastante conciliador. me gustaría saber más sobre este asunto y qué piensa la gente allá, si tan dividido está el país como se dice. Aun así, gracias, no quiero causar inconvenientes

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  2. Gracias por comentar compañero. En resumen trataré de explicarte algunas cosas.
    En el país en efecto si está divido, mitad y mitad. La zanja es muy grande y dolorosa para el país. Sobre Hugo Chávez todos reconocen que fue un Líder.Oposición y por supuesto sus seguidores.En otra entrega podré contarte más a fondo lo que ocurre en Venezuela. Sólo que no me gusta entrar a fondo en el tema porque las "pasiones políticas" aparecen y puedo salir "aplaudido" y "apedreado.

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