Llegué al establecimiento comercial con la curiosidad de
saber lo que ocurría. En tiempo pasado pude pensar que se trataba de un
asesinato o algo fuera de lo normal, pero en esta época mi mente estaba
programada para saber que estaban vendiendo productos de primera necesidad.
Pregunté quién era el último en la cola, una señora con cortesía me responde
ser ella, luego pregunto ¿Qué van a
vender? La respuesta de la señora fue corta pero compuesta de ironía y
nostalgia “¡Patria!” gritó. Los presentes mostraron sus dientes en señal de
aprobación, aunque no todos opinaron lo mismo.
Por acciones del cerebro comencé a recordar mi niñez, llena
de alegría y buenos momentos. Ante aquella situación no me fue difícil pensar
en un recuerdo que parecía no tener importancia, pero que mi mente guardaba
quizás para este día: Las salidas al supermercado. Montada en el carrito mi día
se definía entre elegir galletas o cereales. Los Anaqueles llenos tenían la
misma importancia que ir a misa. El venezolano tenía el derecho universal de
elegir lo que quería comer, o comprar, eso ahora es una utopía difícil de
creer. ¿Qué ocurrió para llegar a estos extremos? Pensando esto noté que una
señora de setenta años o más sudaba a chorros, las gotas de sudor no pedían
permiso al pasar por sus agrietadas mejillas.
Nos volvimos
compañeros de las colas. Se convirtieron en esas amigas que tratamos por
hipocresía, por interés o necesidad. El
venezolano siempre mostrando una cara de alegría ante las dificultades bromea
por lo ocurrido, mientras gobierno y oposición debaten por televisión quién
tiene la culpa. “El gobierno inventa una guerra económica y la pierde, cosas
que sólo ocurren en Venezuela” decía un profesor que esperaba desde la mañana
por un paquete de pañal, lo acompañaban esposa e hija. La pequeña era el
amuleto para demostrar que no compraba para revender.
Cuando mi novio viajó a Panamá junto a su familia a pasar
navidad me trajo un regalo lleno de amor. Me entregó una cesta llena de
utensilios valorados a peso de oro: Desodorante, jabón de baño, mi crema dental
favorita, leche en polvo y maquillaje para las salidas nocturnas. La cadena de
oro quedó relegada para emociones más cortas. Me mostró fotos del lugar, los anaqueles llenos,
los supermercados con todo tipo de productos. “María La gente elige lo que
quiere. No pueden creer que en Venezuela debamos hacer colas por más de seis u
ocho horas para comprar papel higiénico” me dijo con vergüenza. Guardamos
silencio, luego tomé en serio imprimir las fotografías y pegarlas en la pared
de mi cuarto, quizás para soñar con un país que un día volverá a ser como
antes.
El país recibió más de 350 mil millones de dólares gracias a
los excedentes del petróleo durante el
gobierno "revolucionario y socialista". Tanto dinero y el país retrocedió. Recuerdo como en cadena
de radio y televisión el gobernante gritaba “Exprópiese” o culpaba al
imperio norteamericano, y a más culpables que a la fecha la gran mayoría de
venezolanos no le vemos los trajes de villanos puestos. Muchos que vieron a un
héroe llegar en 1998 lloran al saber que el protagonista de la segunda
temporada no tiene fundamentos a la hora de hablar, sobreactúa y le queda
grande ese papel. A la hora de hacer el casting, cualquiera pudo ser mejor. El
rating cada vez es más bajo, quizás pronto cancelen la serie “Gobernando
Venezuela”.
El dueño del establecimiento comercial llegó mientras hablaba con nerviosismo, anunció que desde ese día venderían por número de cédula “Los
dígitos terminados en 2 y 3 se puede quedar… los otros vuelvan cuando les toque” Para mi mala
suerte el último número de mi documento de identificación no es el anunciado.
Junto a mi, más de la mitad de las personas comienzan a abuchear la medida, se
sienten burlados, humillados, pero no queda otra opción a la mano. Efectivos
militares hacen alarde de sus fusiles y cubren la entrada para evitar saqueos
como ha ocurrido en otras zonas del país.
Tomo el bus de la universidad esperando encontrar soluciones,
ideas para aportar, medidas concretas para salir de este infierno que vive mi
nación de ocho estrellas, luego caigo en cuenta de que no puedo, porque ante
los ojos del gobierno no soy nadie. Entonces respiro hondo y entro a la clase
de periodismo, en cinco años tendré el poder de dar voz al que como yo no fue
escuchado.
Una tierra de riquezas, de poder, de bellezas naturales y cuna
de mujeres bellas que hoy muestra a los otros sus prendas íntimas sucias,
mientras los vecinos se ríen y debaten quién tiene la culpa de que no haya
jabón en el hogar de la familia Venezuela.
Oh viejo ¡escribes muy bien!
ResponderEliminarEs una sociedad muy difícil de soportar la que describes. Como para empezar la revolución al día siguiente si no faltara gente brava.
Un saludo.
Muchas gracias por pasarte al blog. La sociedad venezolana está despierta, en las elecciones de este año tomará la mejor decisión. Un abrazo, saludos.
EliminarUna triste, vergonzosa y horrenda realidad que vive Venezuela en manos del "sucialismo del siglo XXI", Espero no sea demasiado tarde cuando la trompeta del apocalipsis económico toque su tétrica diana. Un abrazo, pana David, me encantó volver a leerte y te felicito por esta crítica!
ResponderEliminarDios quiera y no lo sea, aunque en economía nunca se llega a lo peor. Para mí también es bueno verte por el blog. Un abrazo hermano.
EliminarComo bien indica el encabezado de tu blog, esta es una historia cargada de fantasía que a su vez es una dura crítica. Muy bien escrito el relato, amigo.
ResponderEliminarAbrazo!
Gracias hermano, me alegra verte de nuevo por aquí. Un abrazo.
EliminarTengo amigos en Venezuela, venezolanos o cubanos y me cuentan cosas muy diferentes. He visto fotos de gente comandada por los "ricos" echando harina al río para que falte en los mercados, no les importa que las personas pasen necesidad para demostrar como las cosas están mal. Que triste manipulación.
ResponderEliminarCon todo respeto, parece que hablarás sobre fábulas o un cuento de Disney. Dile a tus amigos Catro-Cubanos-Chavistas que muestran la verdadera realidad. Sólo eso, entiendo que tu ideología no te dejará comprender. Soy de izquierda por si acaso.
Eliminar"Cuando mi novio viajó a Panamá junto a su familia a pasar navidad me trajo un regalo lleno de amor. Me entregó una cesta llena de utensilios valorados a peso de oro: Desodorante, jabón de baño, mi crema dental favorita, leche en polvo y maquillaje para las salidas nocturnas. La cadena de oro quedó relegada para emociones más cortas. Me mostró fotos del lugar, los anaqueles llenos, los supermercados con todo tipo de productos. “María La gente elige lo que quiere. No pueden creer que en Venezuela debamos hacer colas por más de seis u ocho horas para comprar papel higiénico” me dijo con vergüenza." Está parte me causó bastante vergüenza, aunque es la verdad.
ResponderEliminarHe visto súpermecados que parecen cerrados porque no hay absolutamente nada en los anaqueles. Parece increíble que en un país que posee uno de los recursos más valiosos del planeta no haya ni siquiera una estantería llena. Cuando hace tiempo leí sobre lo del papel higiénico... no sé, creo que quedará para la historia como uno de los hechos más bizarramente, en el sentido anglosajón de la palabra, estúpido que he leído. Si no se entiende lo que acabo de escribir es porque aún hoy en día me dejó impactado.
Ojalá todo mejore pronto en tú país. Sé que llevará bastante tiempo solucionar los problemas que va a dejar el gobierno actual. Espero que aprendan, y no lo digo a modo de reproche, que la idea del caudillo no funciona más. Que haya un presidente no lo hace infalible, como si fuera un Papa, sino que el primer mandatario es parte de un todo que está divido para que el poder no se corrompa, para eso están las divisiones aunque hay algunos que quieren hacer creer que todo deba tirar para un mismo lado sin que nadie disienta.
Perdón si se me hizo largo esto, je, je, je, je. ¡Saludos!
Hola Nahuel. ¡Claro que da vergüenza! pero tenemos que echarla a un lado para que el mundo sepa lo que realmente ocurre. Un gobierno que gasta millones de dólares en publicidad sobre un país mágico donde todos los sueños son posibles, mientras el país se va ahogando en su propio petróleo. Venezuela será una lección dentro de muchos años de cómo un país que ha recibido más de 800 mil millones de dólares por excedentes petroleros es a la vez el más pobre de la región. No dudes que muchas historias se tejeran al pasar de los años. Abrazos y tranquilo... los comentarios largos son buenos jejeje
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