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La Escritora


Con un beso en la mejilla cerraba la entrevistaba que había concedido esa noche a la insistente periodista. No sabía si era lo correcto, en lo profundo reconocía que no fue tan sincera como prometió serlo esa mañana que despertó. La fama pesaba, y cobraba un precio alto. Era mejor guardar silencio. Ese día se disculpó con sus personajes.

Encendió un cigarrillo y mientras el humo se volatizaba por el espacio claro de su cuarto toda su vida se vino en su contra. Se sentía presa, ahogada, adolorida, perdida. Eso de ser escritora comenzó como un pasatiempo y ahora era una cadena pesada que debía arrastrar hasta la eternidad. La pregunta de la periodista llegó a su cabeza  “¿Qué te motivó a escribir?”

Alicia había nacido en el mismo mundo que aquellas personas que vio al abrir los ojos por primera vez. No pudo elegir nacer en otro, en tiempos distintos o debatirse si quería vivir o no. Nada de eso. Supo tiempo después que el nacimiento es una imposición como lo era la vida entera. Ningún ser fue capaz de preguntarle si quería ser hombre o mujer, cristiana o musulmán, blanca o morena, latina o gringa. Y así, desde niña empezó a ingeniárselas para que las cosas fueran hechas a su manera. Muchos moretones adornaron su cuerpo por no seguir las ideas de su familia.

Con el término “La rara” fue bautizada por sus compañeros de clases. El agua que vertió el sacerdote en su cabeza cuando aún era niña, la recibió de sus compañeras en el retrete del baño de la escuela. Ante los ojos omisos de los profesores y personas que aseaban los corredores del lugar. Veían eso como normal, un castigo necesario para una niña que observaba todo con detenimiento, opinaba mucho en clase y no era de las personas más populares de su edad. Se acostumbró a ese tipo de maltrato.

Su padre dejó de regarle muñecas y cocinas de niñas cuando empezaban a quedarse arrumadas y arropadas de polvo y telarañas. Notaba que su hija sentía un extraño amor por los libros, hasta aquellos de matemáticas y física que nunca revisó cuando él intentó estudiar. Cada mes, cada cumpleaños o en navidad regalaba un libro nuevo a su hija. Alicia empezó de leer un cuento de niños y llegó a estudiar tratados y novelas de los grandes de la literatura en pocos años.

Sentía que de tanto leer estaba enferma. Veía el cielo distinto a los demás. Donde algunos veían un bicho, ella notaba vida. Donde había tristeza y oscuridad, su mente le aseguraba que había arte y dramatismo. Una mínima hoja o una piedra del camino le daban inspiración y le permitían imaginar mundos distintos, descubrir situaciones en lugares desconocidos y protagonistas que sentía percibir pero no conocer.

Alicia se enamoró. De un joven insistente que buscaba ser su novio. Para ella era muy extraño. El chico aseguraba que desde tiempo atrás se había enamorado de sus ojos. “Eres más bella de lo que aparentas” le decía a cada momento. Aunque las alarmas se encendieron una tarde no pudo resistir más y cayó presa de ese Heliogábalo que devoraba su cama. Dos sesiones más y parecía que todo había terminado. Un día lo consiguió a lo lejos y fue a buscar explicaciones.

“Se acostó contigo por una apuesta” le dijo la chica que todos querían copiar. Las carcajadas, las burlas y la propia humillación de verse inserta en ese episodio la hicieron pensar lo peor. El camino a casa se hacía lento, sus pasos parecían desprenderse del asfalto. A su lado sólo líneas borrosas de colores oscuros la acompañaban. Luego de ser una mujer que no creía ni en su saludo siguió creyendo que esa noche vio la muerte con los brazos abiertos, sonriente e impaciente por ella. Intentó suicidarse pero antes de hacerlo una voz en su cabeza lanzó una sentencia que la llevaría fuera de este mundo. “Escribe y construye tu propio mundo” Fue entonces que sintió que estaba loca, se echó a reír. Tomó una copa del mini bar de su padre y pudo sentirse como Dios. Cuando comenzó a escribir las primeras historias que su cabeza tenía preparada desde hace tiempo solo para ella.

“¿Por qué le dije a esa mujer que empecé a escribir porque de niña era mi pasión?” Les preguntaba a sus personajes. Todos sabían la respuesta, ellos no responderían, ella mucho menos. Parecía que el sistema la había atrapado y no la dejaba salir. Ser una famosa escritora era estar de otro lado de la calle, ese del que no pudo ser parte cuando era adolescente.

La primera vez que escribió fue un relato sobre la vida de una gallina enamorada. Se sintió como Dios. Podía crear, modelar y saber qué iba  a pasar. Era delicioso saber que sus manos tenían un sentido más completo que el modesto trabajo de remendar pantalones que hacía junto a su madre. Día a día fue llenando sus cuadernos de cortas historias. Intentaba charlar con sus compañeros, pero su reputación y sus pensamientos estaban en el subsuelo.  Creó dos amigos que servirían como sostenes en las buenas y malas. Fue entonces que una carcajada inundó su apartamento cuando recordó que asesinó a uno de ellos cuando se opuso a seguir sus “errados caminos”.

Cuando publicó su primera novela llamada “Decisiones de una chica adolescente” logró gran fama y notoriedad internacional. Dejó su pueblo andino olvidado y emigró a Europa. Allá la aguardaban la fama, el respeto y dinero que no pudo recibir en las cuatro calles de ese lugar que la vio nacer. Olvidó familiares, amigos, y sus ideales. Eso lo supo muy tarde, aunque parecía no importarle.

Alicia le escribía a la vida, al dolor, a la lucha y la pasión. Era fiel creyente (al principio) que se podía cambiar al mundo a través de la escritura. Era capaz de enviar mensajes que serían decodificados por sus lectores. El sistema le tenía una jugada en su contra. Ella la aceptó. No era la escritora más admirada por sus pares, aunque las cuentas bacnarias iban en aumento cuando llegaba el pago de sus honorarios mensuales.

La entrevista salió publicada una semana después. Sus seguidores inundaron sus redes sociales con mensajes de agradecimiento y buenas expectativas. La historia que apareció en ese periódico mostraba a una mujer luchadora, muy humilde que sacó a su familia adelante. La realidad era otra. La Alicia “rara” que se escondía en los libros era tan distinta a esta nueva mujer que cualquiera que hubiera visto su transformación quedaría sin palabras. Existían algunos seres, sus personajes.

Cuando Alicia llegó a su apartamento luego de una cena de negocios notó que algo faltaba. Sus personajes ya no estaban. Buscó por toda la casa y nada. Intentó localizarlos pero era imposible. No pidió números de teléfonos porque creyó estarían con ella hasta el final. Una carta dejada cerca de su computadora rezaba lo siguiente: “Siempre estuvimos contigo, incluso hasta el final. Hoy eres parte del mundo y sus sistema, parece que ya no nos necesitas” La carta firmada por todos dejaba lágrimas y dolor en sus manos.


Dos años después, Alicia notó que sus personajes habían cobrado vida y eran respetados y admirados en un sencillo blog. No pudo hacer nada. Reconoció que en ese lugar estaban recibiendo todo lo que ella no les dio desde que la fama y el dinero llegaron a su vida. Desde que se convirtió en una verdadera escritora y pudo ser popular como aquella niña que muchas querían copiar.

Comentarios

  1. Los pesonajes aparecen como duendes, ellos nos van llevando a escribir sus historias.Cuando se respeta eso, escribimos con total libertad. Creo que esa es la labor del escritor. Eso es tener exito. La fama es otra cosa. Me gusto la historia, me dejo pensando. Un abrazo.

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    1. Me alegra que te haya gustado. Para mí la fama también está relegada a "otra cosa". Saludos y abrazos querida Estela.

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  2. Muy original tu escrito,es tu estilo,felicidades mi querido David,muy buena entrada...!!! :)

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    1. Gracias María me alegra que te guste. Un fuerte abrazo.

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  3. Me ha encantado tu reflexión. Como lectora empedernida, me siento irremediablemente atraída por estas temáticas.
    Besos, te seguiré leyendo y te invito a mi blog

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    1. Sí es como parte de nuestros espejos. Pronto paso por tu blog. Gracias por llegar a los Suburbios.

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  4. Hola me alegra llegar hasta tu bog para encontrarme este relato que me ha gustado tanto.
    La fama hay muchas maneras de entenderla.
    un sludo

    Rosa

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    1. Me alegra tu entrada al blog. Bienvenida, siéntete en casa.
      Un abrazo Rosa.

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  5. Hola, como escritora me siento identificada con tu relato. Los personajes forman parte de nuestra vida, somos capaces de crear un mundo con y para ellos.
    La fama, tiene un precio dicen, creo que el secreto está en ponerle nosotros ese precio, y no, que se cotice sola, cobrándose lo que no vale, nuestra libertad, de pensamiento, de creatividad, de tiempo, etc.
    Encantada de llegar a tu blog, me ha gustado muchisimo.
    Saludos.

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    1. Sin duda alguna Yeruti estás en lo correcto.
      Para mí es un honor tu llegada, puedes quedarte hasta siempre.
      Un abrazo, saludos.

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