Para ella era tan irónico que un día después de carnaval
arrancara la cuaresma, esa larga y tenebrosa línea de tiempo que cada año debía
padecer en silencio, sin que sus familiares se enteraran de sus tragedias
nocturnas. Semana Santa no sería la excepción, una semana faltaba para poder
dormir tranquila.
El pueblo andino olvidado es un lugar de arraigadas
costumbres religiosas. El aroma del café se envuelve con los olores sacros del incienso
y la mirra que van delante de los cortejos religiosos que anteceden la semana
donde se conmemora la pasión y muerte de Cristo, “el que murió en una cruz y lo
mataron los judíos” decía Pilar en clase siempre que hablaban de tan importante
personaje.
Carnaval era tan colorido, lleno de magia, de fiesta, risas y
optimismo. Pilar condenaba abiertamente que una celebración que unía a todo el
pueblo a una sola voz durara solo dos días. A diferencia de las fiestas en
honor al rey Momo, tenía cuarenta días de sufrimientos, estaba preparada para
lo peor. Fue el miércoles a la misa de cenizas, lo que una vez fue fuego, quedó
estampado en su frente como escudo contra el mal. Ese día Pilar no se bañaría
para que los malos espíritus no se le aparecieran, pero entonces parecía que la
cosa se volvía a repetir.
Una madrugada cuando ya no quedaba ceniza en su frente fue al
baño a orinar. Apretó el escapulario que llevaba en sus manos con tanta fuerza
que el líquido amarillo pareció esconderse. Al salir la vio. Quedó paralizada,
sin poder decir palabra. Era ella, “La Llorona” vestida de blanco, llorando,
con los cabellos desarreglados y descalza, justamente como siempre se la
imaginó. “Ayyyyyy Missss Hijoossss” ese lamento espeluznante la hizo entrar
razón y corriendo a su cuarto se escondió entre las sabanas. Rezó catorce Padre
Nuestro y diez Ave María. Prometió contarle a su madre al amanecer.
No le creyó. Pilar estaba devastada, estuvo cara a cara con
esa mujer que le aparecía siempre “al amigo de un amigo” y nadie le creía. Era
capaz de describirla, de explicarla de dibujarla. Había visto detalles,
lágrimas y la manera de mover su boca. Una golpiza con un zapato bastó para que
el asunto quedara eliminado y la casa en un silencio ensordecedor.
Otra noche despertó, su garganta era un río seco con pirañas
que la punzaban a cada momento. Fue a tomar agua y la vio. Montada en un árbol
bailando estaba la bruja. Era como siempre creyó sería. Vestido negro largo,
nariz como pico de loro, una arruga en su mejilla, dientes puntiagudos y negros
y una risa ensordecedora. Intentó correr, pero la malvada mujer subió al techo
de lata. Saltando, danzando como si estuviera en pleno aquelarre. Pilar entre
lágrimas gritó, pero sintió no ser escuchada. Como pudo llegó a su cama. No si
antes decir “Venga mañana por sal”.
La tradición en ese pueblo escondido entre montañas no se
equivocaba en este tipo de nociones. Decir “venga mañana por sal” era el amuleto para descubrir a la malvada mujer que
podía transformarse en cualquier cosa y atormentaba el hogar. Los amigos de otros
amigos siempre confirmaban que al decir eso la bruja aparecía a tempranas horas
a tocar la puerta pidiendo sal. Pilar no durmió ese día para descubrirla.
A las seis de la mañana sonó la puerta. Su madre intentó
abrir, pero ella la atajó.
-Madre, la mujer que aparezca es una bruja-le dijo con una
cruz en la mano y lágrimas en los ojos.
-¿Qué pendejadas hablas Pilar?- dijo la madre confundida
mientras limpiaba sus manos con el delantal.
-Ayer vino una bruja y dije “venga mañana por sal” es ella
madre… te lo aseguro.
-¡Mira Pilar! No me hagas pasar vergüenza, tú no sabes quién
viene.
Entre las dos llegaron a forcejear, la madre tomó de los
cabellos a su hija e intentó calmarla. Como pudo Pilar abrió la puerta. Otra de
las reglas del lugar era gritar groserías a la mujer que llegara a pedir sal. “Fuera
de este santo lugar desgraciada, maldita, perra. Puta”. La supuesta bruja quedó
petrificada como si fuera ella la que había visto un espectro. Era la madre del
padre de Pilar que venía de visita.
En la noche sirvieron la cena, los moretones y golpes de
Pilar salieron a escena. Seguía jipiando. Era la primera vez que su madre la
golpeaba con todo lo que conseguía en el camino por el recibimiento tan
bochornoso que tuvo que recibir su suegra. Por suerte, su padre estaba en un
viaje de negocios, si no, la cosa sería peor.
Realmente no sabía si eran cosas de su imaginación, quizás su
mente le estaba jugando sucio. A lo mejor eso espíritus malignos sólo se le
aparecían para atormentarla. Luego de esa golpiza inhumana, como esa que
acostumbran a dar las madres y padres de pueblos olvidados, Pilar decidió tomar
cartas en el asunto. Orinaba antes de acostarse, llevaba agua a su cuarto,
asistió más a la misa y oraba sola en su cuarto. Notó entonces que su plan
estaba funcionando como esperaba.
Cuando parecía que había vencido a los monstruos que la
atormentaban entonces llegó lo peor. Entrando la Semana Santa decidió bañarse
en el río con sus amigos. Al llegar a su hogar su madre no la golpeó para
respetar la semana religiosa, pero le anunció una advertencia desde lo más
profundo de su corazón. “Mire Pilar Augusta, usted cometió pecado. Hoy cuando
se vaya a dormir medio cuerpo será de pez, por no respetar lo sagrado”. La niña
no prestó mucha atención, su miedo radicaba en recibir un golpe, sus sentidos
estaban preparados, para su sorpresa sólo fue un regaño.
En su cama, a eso de las tres de la mañana despertó y vio su
que sus piernas no estaban, tenía una aleta verde llena de escamas. Quería
gritar pero no podía. Se dio por vencida y siguió durmiendo. Al despertar notó
que seguía siendo la misma.
Muchas de esas cosas la recordaba Pilar ya algo mayor.
Recordaba aquella época tan sagrada, respetada y venerada. Ahora sus hijos la
dejaban sola en la casa mientras se iban de fiesta, en ocasiones todas
marchaban de vacaciones. “Nada es como antes” siempre decía esto, sus hijos lo
interpretaban como “Achaques de la vejez”. Lo cierto de todo era que cada Cuaresma
o Semana Santa doña Pilar recordaba entre risas y recuerdos las mortificaciones
que debió pasar cuando era una niña en ese escondido pueblo andino olvidado.
Simpática aventura, y una visita muy accidentada. XD Tu lectura se hace agradable y ligera, se lee con una sonrisa tierna. Ay! las tradiciones... Ay las supersticiones! Muy bueno, sí señor.
ResponderEliminarAwww. Mil gracias por el gesto Miguel Ángel, mil gracias. Un abrazo fuerte.
EliminarHola mi querido David,me encanta la versatilidad que tienes para abordar diferentes temas,muy originales todos,me encantó , bello y divertido :) Cuantas señoras no se verán identificadas con esa niña Pilar,creo que muchas más de lo que creemos :) te deja un mensaje en puntos suspendidos..Muy buena entrada :).Felicidades amigo...!!!
ResponderEliminarHola mi querida María del Socorro. Mil gracias por todo el apoyo, de verdad me anima a seguir. Y sí, sé que muchas quedarían identificadas jajajaja. Saludos y muchos abrazos para tu desierto.
EliminarPues me gustó mucho, David, excelente relato, no conocía esa superstición de la bruja jajajaja, aunque si sé que a algunos espantos se les aleja con groserías. Te felicito por tu imaginación y letras, muy bien estructuradas. Un abrazo!
ResponderEliminarMe alegra que te guste Don Alonso. Gracias por acercarte a los Suburbios. Un abrazo y saludos.
EliminarSí, muy claros y muy aterradores sus recuerdos. Creo que todos los que hemos crecido en sociedades religiosas o donde hay muchas leyendas sobre apariciones nos sentimos identificados. Recuerdo comer chorizo un viernes y tener que ir a confesarme pero también recuerdo cargar la pistola con agua bendita. Ha estado genial.
ResponderEliminarDe eso no hay dudas, a mí me parece tan irónico que en sociedades religiosas pareciera que el mal siempre diera un paso adelante en este tipo de casos. Típico de pueblos latinos. Un abrazo me alegra que te guste.
Eliminarhasta se nota un poquito de resentimiento contra la religión jeje .. muy bueno David. un genio
ResponderEliminarjajajajaja del narrador omnisciente, porque en mi caso no tengo resentimiento contra la religión. Saludos hermanos me alegra que te guste. Abrazos.
EliminarInteresante relato que se lee con facilidad. Está estupendo.
ResponderEliminarUn saludo.
Mil gracias por leer querida María del Mar. Abrazos y saludos.
EliminarEs un placer leer tus escritos, siempre tan fluidos. La historia increible.
ResponderEliminarMe alegra que te guste mi querida Estela. Saludos y abrazos.
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