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Cordón Umbilical


Rebeca era la menor de tres hermanos. Conocida como la consentida de la casa, sus padres cumplían todos sus caprichos sin pensarlo dos veces. Vivía llena de comodidades y “alegrías”. Estudiaba arquitectura y su sueño máximo era salir del pueblo andino olvidado y no volver. En su mente el ser “exitosa” era una palabra que la acompañaba desde que aparecía y se ocultaba el sol.

En la Universidad era conocida por sus dotes de belleza. Una sonrisa suya iluminaba hasta los lugares más oscuros, y su mirada penetrante era capaz de despertar hasta las flores marchitas del pequeño jardín. Era catalogada la mujer más hermosa de la casa de estudio. Título que ganó en un concurso de belleza donde según muchos “no tenía competencia”. Ser reina la hizo parada obligatoria de los caballeros (y no tanto) que soñaban con mostrarla como trofeo obtenido ante sus similares.


Sus detractoras la tildaban de “puta” y criticaban abiertamente la actitud de Rebeca y sus “donaires” de chica “coqueta”. Cosa que no la preocupaba a ella. Consideraba importantes estar en la boca de todos fuera para bien o para mal, desde que escuchó esa frase de Madonna sintió respeto y admiración por la “Reina del Pop”. Las personas que la conocían opinaban diferente. Hablaban de ella como una mujer respetuosa, con ideales y sueños, buena amiga y confidente. Que no excluía a nadie de su grupo de amigos ni siquiera por su condición sexual o social. Esto le permitió rodearse de un grupo considerable de homosexuales que conseguían en ella todo lo que buscaban en una mujer. Intentar hablar mal de ella delante de uno de sus amigos era una guerra cantada que no terminaría hasta que los golpes solucionaran la contienda.

Tenía 19 años cuando lo conoció. Un hombre mayor que la supo cautivar con palabras “bonitas” y obsequios de valor. Ella que se consideraba débil para las joyas y equipos tecnológicos cayó en las redes del amor. Alonso de 37 años era “casi perfecto” para Rebeca, el ser casado con todas las de la ley no le daba el título más alto. Aunque pronto lo podía tener. Él le juró en su cumpleaños que el proceso de divorcio estaba en camino. Pronto ella podía compartir riquezas y ser Rebeca de Bracho para la envidia de las demás.

Para sus padres era normal ver a su hija llegar a diario con obsequios y accesorios nuevos. Confiaban plenamente en Rebeca, desde pequeña le inculcaron los valores transmitidos de generación a generación e hicieron  un lazo que los llevaría a mostrársele como amigos. Ellos querían “estar a la moda” y en un mundo de cambios y nuevos patrones decidieron cambiar el manual con el que fueron criados. Donde los golpes, regaños y cariños por correspondencia eran en “el pan de cada día” en sus hogares. Parecía que funcionaba, su “niña” les contaba todo lo que le ocurría. O eso ellos creían.

Alonso la hizo mujer. Su masculinidad llegó al punto máximo al ver en las sábanas gotas de sangre. Desde ese momento las cosas cambiaron, para mejor. Se les veía enamorados y felices por donde pasaban. Rebeca se sentía en la cúspide de su juventud. Su belleza tenía dueño, y no cualquiera lo era. Alonso prometió ir a su casa para formalizar la relación, cosa que nunca llegó. El destino le daría un giro inesperado.
La ola de chismes se propagó de salón en salón, llenando a la universidad de historias de todo tipo. El desmayo que tuvo Rebeca bajando las escaleras del cuarto piso hizo sospechar a muchos. Aunque algunos guardaban reservas por respeto a la reina de la universidad sus detractoras de esquina en esquina anunciaban a viva voz que eso era una “Epifanía” y lo peor estaba por ocurrir.

Rebeca confirmó que estaba embarazada en compañía de sus tres amigos gays. Para ella los edificios de la ciudad se le venían encima. Las lágrimas eran como grifos sin cerrar que humedecían su vergüenza y sus miedos. Sus amigos le daban consejos y fuerzas para seguir en la lucha; pero le era imposible escucharlos. Estaba en un letargo del que le era imposible salir. Sentada a las afueras del laboratorio clínico llamó a Alonso. Las palabras de consuelo no eran la que esperaba. “Debes abortar cuanto antes” dijo éste fijando fecha para el acto. Ella aceptó, sentía que era una solución si quería pensar en su futuro.

Recostada en su cama, revisaba los recortes de periódico y fotografías donde lucía como una flamante reina. Un retrato familiar que posaba en la mesita de noche le hizo apoyar la idea del amor de su vida. Sus padres la echarían de la casa al saber la noticia. Estaría en la boca de los habitantes del pueblo andino olvidado cuando se enteraran que el protagonista de su desgracia era casado. No se sentía preparada para traer a un niño al mundo. Era mejor perderlo. “Primero yo, ese niño será un estorbo en mis planes” pensó en voz alta. Esa noche le costó dormirse a la diez, como desde niña siempre lo hacía.

Cinco días después visitó sola a un ginecólogo. Alonso no quiso estar presente para no “manchar su imagen”, le entregó suficiente dinero para realizar el aborto y comprar el silencio del doctor. Este se negó de inmediato, haciéndola sentir humillada. “Mis principios éticos no me permiten hacer eso, es mejor que se retire” dijo el galeno que visitó. Salió con la cara agachada, su novio entró en cólera al saber la noticia, ella decidió buscar a otro.

“Si usted fue responsable para hacerlo, sea mujer para tenerlo” le dijo la doctora que visitó dos días después. Una frase que Rebeca no esperaba escuchar, pensó que por ser mujer, la profesional en la salud la ayudaría a salir de su aprieto, llevándose una sorpresa inesperada. Alonso la llamó y le aseguró que estaba perdiendo la paciencia. Le pidió que se vieran en la tarde, pero éste se negó. “Hasta que no abortes no quiero saber nada de ti” le dijo. Rebeca se sentía cada vez más sola en su “desdichado” mundo.

 A la semana siguiente los síntomas empezaban a hacer estragos en ella; pero sentía que estaba a tiempo. Aún no había indicios de que estuviera embarazada. Fue a visitar a un médico muy reconocido en la ciudad. Dos horas duró la espera para recibir un no. El ya anciano doctor le explicó que sus creencias religiosas le impedían tomar ese tipo de acciones. “Me está pidiendo usted jovencita que asesine a un ser vivo. Y mis creencias me impiden hacer ese tipo de intervenciones. El desespero la estaba invadiendo. No quería meter a Dios en su problema, pero no tuvo más remedio que llamarlo y pedirle el favor. Esa misma tarde visitó a otro médico quien se negó rotundamente a practicarle el aborto. “No quiero problemas con la justicia, además usted está muy joven, pueden haber efectos secundarios” le dijo. Rebeca terminó insultando al doctor y salió llena de ira del consultorio.

Contó a una amiga lo que le estaba ocurriendo, y ella le habló de un médico que era capaz de hacer ese tipo de trabajo. Anotó bien la dirección para no equivocarse y para salir de dudas llamó al consultorio donde le confirmaron que sí realizaban ese tipo de intervenciones con la mayor discreción. “Trabajamos de doce del mediodía a seis de la tarde”.  Cuando llegó el lugar estaba cerrado, un afiche en la puerta la confundió. “No laboramos por duelo”. Comenzó a llorar como otras ocasiones lo hizo, no se cansaba de hacerlo. Recordó que esa noche había pedido a Dios “que le iluminara su camino”. Era eso lo que necesitaba, llamó a Alonso y le dijo que tendría sola a su hijo. Él se alegró de no tener que ser parte de eso y feliz le colgó el teléfono.
Les dijo a sus padres la verdad. Su madre en llanto no entendía qué había hecho mal. Su padre se sentía traicionado, dolido y humillado. En ningún momento pensaron en botarla del hogar. Como buenos amigos intentaron entenderla, y para su sorpresa, fueron sus padres los que le dieron las lecciones necesarias para no volver a cometer ese error. Un abrazo por decencia y no por cariño  daba por terminada la conversación. Se haría el anuncio a toda la familia.

El pueblo andino olvidado hablaba del embarazo hasta más no poder. El chisme llegó a la Universidad. Sus detractores celebraron con júbilo lo ocurrido. Sus amigos siempre fiel la defendieron a “capa y espada”. “Las feas están de fiesta Rebeca, pero nosotros también, seremos padrinos del niño” decía uno de sus amigos en nombre de los demás. A ella le tenía sin cuidado lo que pensaran la sociedad, aunque necesitaba entrar en contacto con el ser que llevaba en su vientre. Sentía destruido el cordón umbilical.

El arrepentimiento hizo estragos en ella cuando el médico le dijo que era posible que el bebé viniera con problemas. “El cordón umbilical rodea su cuello, debemos tener cuidado” dijo el doctor a la joven. Durante los pocos meses que faltaban para dar a luz hablaba con su hijo. Le contaba sus anécdotas, lo que le ocurría en el día. Cómo había conocido a su padre y los momentos de gloria que vivió cuando fue coronada reina de su casa de estudio. Pidió perdón a su hijo al que decidió llamar Jesús, en honor a su Dios que sería –según ella- “el médico que atendería su parto”.



Jesús al final nació sin complicaciones mayores. Su vida cambió por completo, maduró y observó la vida desde otra perspectiva, para ella lo primordial en su vida era su hijo, y con las garras si era necesario lo defendería de este mundo tan cruel. Mientras paseaba a Jesús en coche notó a una joven que era enamorada por un hombre que al parecer duplicaba su edad. Recordó su historia y su mueca era señal de desaprobación. Sólo esperaba que si esa niña pasaba lo que a ella le tocó vivir, no intentara destruir el cordón umbilical que ella pensó romper sin pensar que la criatura no tenía culpa de sus errores. Y fue gracias a su madre que ella estaba con vida en este planeta. Abortar sería ir en contra de la corriente a los lineamientos de su vida, donde se le fue permitido crecer y con todo el derecho del mundo Jesús también necesitaba vivir. A lo lejos vio a Alonso con su esposa. Éste la vio y cambió de acera, era un recordatorio de que las “Palabras bonitas llenas de fantasía, otorgan nueve meses de agonía”.

Comentarios

  1. ME ENCANTÓ,Felicidades David,muy buen tema,adelante con esa inspiración,saluditos...!!!

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  2. Tema controvertido pero bien manejado!! Me ha gustado mucho!! Sigue contandonos historias así!! Saludosss

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    1. Gracias por leerme compañera. Un tema difícil, no quise caer en "pasiones". Mil gracias por pasarte por mi Suburbio.

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