Existen pueblos en
cualquier parte del mundo capaces de enamorar y cautivar a cualquiera que los
visita, se envuelven en un pasado histórico y un presente innovador. Pueblos
que entonan las notas más sublimes del amor, donde en cada calle o esquina se
escuchan las voces de sabiduría y lucha de aquellos que vivieron tiempo atrás y
dejaron al recuerdo testimonios vivos de la fuerza casi sobrenatural que poseen
pocos seres humanos que llegan a este mundo buscando ser eternos. Algo que han
conseguido plasmando sus nombres en las páginas de la historia mundial
Algunos pueblos por su
parte esconden un pasado tenebroso y oscuro. Sangre, sudor y lágrimas fueron
derramadas como señal de venganza, queriendo mostrar a otros poder, lugares que
oprimían al sencillo y aniquilaban a sus enemigos o cualquiera que atreviera a
desafiar a los jefes verdugos de aquel lugar. En vez de ser castigados a lo
largo de la historia, y convertirse en ejemplo de lo que no se debe ser, se
transformaron en pueblos visitados y recordados. Son y serán un boom turístico.
Quizás porque el ser humano en busca de satisfacer su lado oscuro, consigue en
la historia de aquellos lugares a conocer el alivio de saber que entre la línea
del bien y el mal solo un ¿a dónde voy?
Los separa de una nueva vida.
Varias cosas hacen de
este pueblo un lugar muy extraño desde los inicios de su fundación. Éste lugar
se encuentra en un país llamado Venezuela, lugar de grandes maravillas
naturales que dejan atónito al que la visita, tierra sorprendente y llena de las
mujeres más hermosas de un universo de belleza. Aquellos que visitan “La tierra
llena de gracia” como la llamó Colón su colonizador, podrán encontrar la naturaleza de todo el planeta en un solo
lugar, una visita a éste país provoca, a pesar de las dificultades que pueda
vivir. Algo distinto ocurre con el pueblo del que ya vamos a hablar, solo pocos
lo van a visitar, y un mínimo de sueños ocurren en éste lugar.
Es parte de un estado
ubicado en los andes venezolanos. Cuando el nombre de éste estado llega a los
oídos de cualquiera, su nombre puede ligarse con una historia independentista
sin igual, un pueblo tranquilo y religioso como pocos y un clima de temperaturas bajas que atrapan a
cualquiera que desee visitar.
Éste pueblo no es ni
turístico ni bonito, mucho menos frío. No posee maravillas naturales como su
país, no llama la atención, no provoca ni visitarlo. Es quizás tan extraño que
de ser próspero y pujante y un centro del comercio regional pasó a ser un lugar
sencillo y donde todo es casi siempre común, y los grandes hechos de la vida y
la historia de su estado siguen el curso por una autopista que excluye a el
pequeño pueblo de la fama y la publicidad.
Obvio está, si un día
llegaras ir a ese pueblo andino olvidado, sabrás que cualquier morador de esas
tierras te dirá que la cosa no es tan triste como se le quiere pintar. Es un pueblo
alegre, lleno de fiestas. En cualquier parte la celebración siempre está
presente. La graduación, el cumpleaños, un bautizo, el carnaval, la semana
santa, el aniversario del pueblo entre otros son la excusa que sus habitantes
siempre sobreponen cuando de fiesta y licor se trata. En cada cerveza o botella
de ron los nacidos en esta tierra ahogan las penas y se montan en el flotador
llamado optimismo para seguir sus vidas y olvidar lo que muchos consideran una
triste realidad.
Un cantautor
venezolano le dedicó una estrofa de una canción, mientras invitaba a alguien
muy conocido a que “se echara un palo” en alusión a un sorbo de licor. Una
canción que puso a mover a muchos, a saltar, a
llorar, pero más aún a hacer sentir a muchos queridos por el denominado
“cantautor del pueblo”.
Una reina de la
belleza universal caminó sus calles y avenidas, en el aniversario del pueblito,
que ese día permitió que todos sus hijos se apostaran a las calles a recibir a
una alta y espigada rubia que estaba pronto a cumplir su sueño máximo de ser
presidenta de la tierra de Bolívar, sueño del que fue despertada por un militar
que llegó a la silla presidencial primero que ella.
Muchos politiqueros
han llegado a esa tierra consiguiendo votos, prometiendo el cielo y las
estrellas y solo dejando miseria bajo su paso. Es una tierra de ciegos, que
caminan uno detrás del otro esperando que llegue ese “Mesías” que se acuerde de
ellos y le cumpla todas las plegarias que cada noche uno a uno dice recostado
sobre su cama, la gente laboriosa del lugar, solo sigue su rutina, sin saber lo
que pasa a su alrededor, pero la gran mayoría con cuatro ojos encima esperan
con ansias como un estreno de película ver que le sucede a una familia cuando
en las calles de este lugar todo permanece en silencio.
El pueblo
andino olvidado es un lugar que guarda secretos en el silencio de sus
calles. No hay un cine, pero se tiene
función abierta a cualquier escándalo, que es transformado en una digna
telenovela mexicana. Si una persona no tiene acceso a la transmisión en vivo,
no debe preocuparse. Sólo basta llegar a las esquinas especializadas en el tema
y saber los pormenores del hecho. No existe un hospital, pero cualquiera te
hace el favor de inyectarte lo que necesites. Las hierbateras son capaces de
detectar hasta las enfermedades más recónditas del cuerpo humano. No hay un
centro comercial, pero el señor que vende ropa, la mujer que vende cosméticos y
el viejo gruñón del abasto, surten lo primordial que los habitantes puedan
necesitar.
No hace
falta una libreta de direcciones para llegar al lugar que se busca. Todos se
conocen, así que a cualquiera se le hará fácil conseguir a la familia a
visitar. Son los jóvenes quienes con ganas de levantar este pueblo del polvo
idean e ingenian actividades para ser parte del concierto de lugares a visitar,
pero todo se viene abajo.
Muchos
emigran a otros lugares a buscar un mejor porvenir. Unos se olvidan de donde
vienen, otros no. Es por eso que la mejor época del año es Navidad. Los miles
que se fueron a cumplir sus sueños llegan a reencontrarse de nuevo con
familiares, amigos y amores no correspondidos. Es una gama de personas la
navidad para el pueblo andino olvidado. Que
cambia sus atuendos cuando suena “el cañonazo” y las “doce campanadas” que
anuncian el nuevo año. El pueblo sabe que muchos se irán, y eso le dolerá; pero
le reconforta saber que otros nuevos llegarán, y con el pasar del tiempo
caminarán sus calles y dirán con orgullo “Yo
nací en este lugar”.
En este
lugar donde decenas de historias llegan a parar en los Suburbios. Quizás, el
pueblo andino olvidado tenga mucho parecido al lugar donde tú vives. De no ser
así, adéntrate a uno de ellos y verás converger todo tipo historias si tener
que cambiar de control remoto o pagar una entrada en el cine de tu ciudad.
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