Con su mirada fija al ventanal de su consultorio el doctor
tenía en sus manos el resultado de la prueba. La madre tomaba de su mano a la
niña, apretaba sus labios moviéndolos de un lado a otro, su preocupación era
necesaria. El galeno tomó asiento y de inmediato soltó una frase que cambiaría
por completo el rumbo de la familia. “Lo siento, su hija está infestada de
Peste”.
El pueblo tenía fama de ser un sitio inspirador, de altas
montañas que jugaban con ese cielo rojizo tan particular en ese lugar no tan
común. Sus calles soportaban a diario el peso de problemas innecesarios y
sueños sin cumplir, el tiempo nunca visitó esas tierras de frescura. Sus
pobladores eran conocidos en toda la región como gente culta, de buenas
costumbres, y trato cordial al visitante. Esa imagen sólo podía verse en
retratos y cuadros de artistas ambulantes. La peste tumbó al pueblo de ese
sitial de honor que ocupara por mucho tiempo.
El profesional tenía dudas sobre las causas que permitieron
la entrada de la enfermedad a esas tierras montañosas con aroma de café. Tenía
algunas sospechas, pero no era compartida para no quedar en ridículo entre sus
pares. Para él la única causa era el mensaje encontrado en una botella. Tomaba
nota de lo que ocurría y los síntomas que causaba en el enfermo.
Entre los pobladores la peste llevaba el sobrenombre de “Mala
Ortografía”. Una enfermedad nueva para ellos que prometía arrasar con todos los
sueños de ese escondido pueblo. Los enfermos reportaban pereza, cansancio, irrespeto
y poca motivación para escribir bien. Una tierra culta podía desaparecer de la
historia, y algunos creían que todo había comenzado con el mensaje en la
botella.
El maestro de la localidad llevaba cinco meses comunicándose
con una dama de las tierras altas. Él, enviaba sus cartas con un pequeño bote
de pescadores que servía de medio para comunicarse con los otros pueblos. Ella,
respondía con un mensaje en la botella que era enviado cada viernes al momento
en que el astro mayor indicaba que era mediodía. El joven profesor siempre
llegaba con antelación para evitar la pérdida del mensaje de su amada, no
existía un inconveniente registrado entre los dos. El amor era transportado
entre ríos de vida, siendo el cómplice perfecto para que naciera una de las
historias más conmovedoras de esos dos lugares.
Un viernes, el mensaje no llegó. Esto preocupó al maestro,
era la primera vez que ocurría. Pensó que su amada se había cansado de esperar,
su trabajo no le dejaba respirar. Eran sus manos y su voz la medicina perfecta
para que la sabiduría y las luces sirvieran de escudo protector para los
forjadores de un futuro mejor. Restó importancia a sus pensamientos, la mujer
del mensaje también era maestra, faltaban sólo tres años para que sus cargas
las tomaran otros, luego de eso vivirían en las montañas sembrando café y
descubriendo increíbles historias escondidas en algunos pergaminos. “Vendré
mañana, de seguro está enferma” se dijo a sí mismo. Su otro yo no estaba tan
convencido de lo ocurrido.
Al caer la mañana, los granos tostados de café liberaban el
aroma seductor de su talento. A lo lejos divisó una botella, tenía un escrito.
Corrió, la partió con sus manos y leyó su contenido, su semblante cambió por
completo. Ya no era otro, para él la vida no tendría más sentido, tanta
dedicación y esfuerzo para conseguir nada. Llevaría consigo una cruz de
recuerdos del fantasma sin rostro, de aquella mujer que traicionó su amor.
Al llegar a la escuela sus alumnos los esperaban con ganas. Querían
saber más de ese mundo que los rodeaba y los liberaba. El maestro anotó en la
pizarra una frase muy conocida por esos lares. Algunos estudiantes quedaron
sorprendidos al verla.
“Ofreser Amiztá
al qe pide AMOR,
ez komo dar pam al
qe muere d sec”
Ovidio
-Maestro ¿Nota usted lo
que escribió?- preguntó con dudas uno de los alumnos de su clase.
-Con mucha seguridad sé lo
que escribí.- dijo sin mirarle la cara.
-¿Se siente usted bien?
-Por supuesto… ¿Por qué no
he de estarlo?
-Usted nos enseñó que el
escribir bien es el primer paso para ser inmune a la ignorancia.
-También les dije que
fueran libres, no tiene sentido escribir bien si tu mensaje va tener el mismo
peso que las palabras pobres de tu contrincante. De ahora en adelante la regla
será defenderse del mundo, no de la ignorancia. ¿Entendido?
-Si maestro.
Los padres confiados de
aquellos que sirvieron de guías en su crecimiento no prestaron atención a lo que
ocurría. La cruda realidad era otra, estaban tan ocupados en esas cosas que
hacen los adultos que lanzaron todas sus cargas a las enseñanzas de un
brillante guía, que desde ese momento sufría y sangraba por un amor no
correspondido. Cuando descubrieron lo que acontecía era demasiado tarde. El
maestro murió de un paro al corazón. De uno destruido, golpeado, ultrajado y
burlado; que por venganza ahogó su mente y amarró sus manos. Fue el primer caso
de la peste en el lugar. Diez años después seguían sin encontrar la cura.
La economía del pueblo se
vino abajo, algunos compradores no descifraban las cartas de sus vendedores y
decidieron ir a otros lugares a buscar lo que necesitaban. Las visitas al
pueblo se redujeron drásticamente cuando se regó por toda la región el mal que
azotaba ese lugar de inspiración. Por miedo a no ser “contagiados”. Una
gigantesca cerca fue puesta en el lugar dejando al abandono a los habitantes
del lugar. Sin libros, periódicos y cambios de lengua según el órgano que regía
el habla de la localidad, el retrasó los atrapó. Sólo pocos quedaron para
defender ese lugar que los vio crecer.
Algunos padres preocupados
por sus hijos menores, los llevaron a lugares lejanos. Donde fueron capacitados
para liberar a su tierra de ese virus llamado “Mala ortografía”. Muchos con
éxito otros no. El virus se propagó por todo el mundo.
Años después se logró
conseguir la cura para la enfermedad: Lectura. La mejoría no sería de la noche
a la mañana, llevaría tiempo, el proceso estaba creado para ser difícil, muchos
prefirieron morir así, con esa enfermedad que pesaba, los esclavizaba y no los
dejaba surgir.
En nuestros días este mal
muestra su peor cara. Las redes sociales, el apuro, el desespero y la “moda”
nos llevan a seguir enfermos. Este servidor estuvo y aún sigue infectado por la
“Mala Ortografía” pero conociendo la cura, ha dado su mayor esfuerzo para dejar
eso a un lado. Y no ser como ese sabio maestro que por cosas del amor terminó
contaminando a todos a su alrededor de la peste, de tristeza…pero sobre todo de
ignorancia.
Excelente cuento que me hace recordar tan famosa frase "SER FIEL A UNO MISMO" y logicamente transmitirlo porque es una peste que crece las redes sociales- el apuro -la moda como ud menciona el vivir para el materialismo- la falta de valores y mucho más hay que alertar para una toma de conciencia que pocos lo ven esta terrible peste.
ResponderEliminarAsí es compañera. Una enfermedad muy marcada que debe evitarse y trabajar en conjunto para ser inmunes. Los padres, la escuela y nosotros mismos, debemos cultivar valores para que nuestra lengua tan rica no se deteriore con el pasar de los años. Gracias por leer, un abrazo.
EliminarEXCELENTE
ResponderEliminarGracias Maurizio. Saludos.
EliminarUn placer leerte, por la historia y por como escribis, fluida y entretenida la lectura como debe ser. Exelente.
ResponderEliminarMuy amable tu gesto Estela. Mil gracias, saludos.
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