Los jugadores de Brasil celebraban con su fanaticada su pase
a octavos de final de la copa del mundo en Italia. Corría el año 1990 y existía
un ambiente festivo en la capital del mejor carnaval del planeta, los
aficionados sabían que no la tenían fácil ante Argentina, quien era el vigente
campeón. Estaban casi seguros que vencer a los “Gauchos” les daba clara
posibilidades de levantar su cuarto trofeo. En Italia, algunos jugadores ya en
los vestuarios comentaron sobre su
truncado paso en las eliminatorias, y con asombro recordaron un episodio que
los pudo alejar de la competición cuando todos los vientos estaban en su
contra.
La CONMEBOL dispuso de tres cupos y medios para el mundial
Italia 1990. Con Argentina ya clasificada por ser el campeón de 1986, los nueve
países de Sudamérica se dividieron en tres grupos para definir los clasificados
a la mayor justa deportiva del globo terráqueo. Brasil, Chile y Venezuela se
ubicaron en el grupo tres. Un grupo que literalmente mostraría la “sangre,
sudor y lágrimas” de sus participantes.
En 1989, Brasil y Chile jugarían el último partido que
definiría al clasificado, ambos vencieron a la “débil” Venezuela, y empataron a
uno en el partido de ida. Debían dejar la camiseta en el campo, pero sobre todo
los chilenos, que necesitaban vencer a los “gigantes del sur” para asegurar su
pase. El Maracaná era el escenario perfecto. Ese que fue escenario de la
dolorosa derrota que sufrieron los brasileños ante Uruguay, quien les quitó el
sueño de levantar su primera copa. Trofeo que ocho años después sería suyo.
El primer tiempo quedó pactado sin goles. Un resultado que ya
favorecía a los de casa, pero necesitaban el gol que pusiera a “vibrar” a los
presentes, y se logró. Al minuto 49
llegó el tanto que ponía a los brasileños a bailar samba. El maracaná era una
fiesta prendida.
Al minuto 67 ocurre un extraño incidente, cuando el portero
de la “roja” cae al piso y pocos metros de él una bengala aún prendida saludaba
a los presentes y las cámaras de televisión que transmitían el partido. El
portero Roberto Rojas, considerado como uno de los mejores guardametas de su
país y el continente estaba en el piso, mostraba signos de dolor, de agonía.
Sus compañeros se acercaron al lugar y de inmediato con furia llamaban al
equipo médico. Aunque el público abucheaba a los chilenos, para el mundo era un
acto atroz, que podía costarle a Brasil su participación en la copa del mundo
de 1990.
El portero Rojas fue sacado del campo, fotografías y la
transmisión en vivo mostraban sangre en su franela carmesí. El desespero
invadió a los jugadores brasileños, quienes no entendían la actitud de sus “hinchas”.
En vez de ser los “granos de arenas” para llegar al mundial, se convertían en
sus mismo opresores. Más aún cuando los jugadores de Chile dejaron el campo
asegurando que las condiciones de seguridad no estaban actas para jugar el
partido. Brasil el único país en asistir a los trece campeonatos que entonces
se celebraron, corría el riesgo de no ser parte del siguiente, de caras de
felicidad, los jugadores pasaron a mostrar caras pálidas y de preocupación.
Algunos fotógrafos que
estaban apostados en la línea lateral quedaron sorprendidos cuando Rojas se
lanzó al césped del estadio. Su visión les aseguraba que la bengala no lo había
golpeado, pero nadie tenía pruebas para mostrarlo. Lo que más les preocupaban
era que Rojas sangraba, sin ser golpeado por el artefacto, era algo dudoso,
pero uno de ellos estaba seguro de que era un plan perfecto para sacar a Brasil
de la competición.
Un fotógrafo preguntó a su compañero Ricardo Alfieri que si había captado el momento justo cuando
la bengala caía al campo. Éste aseguró que sí. “Cuatro o cinco tomas” era lo
necesario. Pidió a su amigo que mostrara las pruebas, pero él estaba contratado
por una revista japonesa y debía enviar los rollos sin revelar al otro día. El
fotógrafo brasileño sabía que estaba cerca de él la única persona que
permitiría que su país siguiera con vida en las eliminatorias. Con energía y
seguridad le dijo a Ricardo “Tú no te vas de mi país hasta que esos rollos sean
revelados”. En efecto funcionó, Alfieri aceptó.
Un experto chileno aseguraba a una radio local como sus ojos
notaron que la bengala golpeaba al portero Rojas, y pedía que se tomaran las
cartas en el asunto. El fotógrafo brasileño indignado pidió al comentarista un
pase en vivo para Ricardo Alfieri, argumentando que éste tenía las pruebas que ponían
en jaque la conspiración chilena. En vivo el fotógrafo contó lo ocurrido,
parecía que el panorama empezaba a despejarse.
Comenzaba una lucha frenética y llena de ansiedad para demostrar
el engaño chileno. En decenas de ocasiones el fotógrafo aseguraba que las
imágenes eran reales, que Alfieri las había tomado. Confío en su compañero,
sabiendo que el destino de un país amante del fútbol estaba en sus manos.
Al llegar al estudio, la dueña estaba molesta por trabajar un
domingo a altas horas de la noche. Cuatro horas tomó calentar y preparar el
laboratorio. Horas de nervios, de tensión y de ruegos. Cuando las imágenes
estaban listas, era claro que había con seguridad un culpable.
Las fotografías iniciaban con un aparato que volaba, y
aterrizaba a un metro de Rojas. El presidente de la Confederación Brasileña de
Fútbol estaba aliviado. Brasil estaba en la copa mundial de 1990. Al otro día
el canal Globo de Brasil mostró la primicia en un programa vespertino. Mientras
una copia era llevada a la sede la FIFA en Suiza. El máximo órgano regente del fútbol,
otorgaba a la “canarinha” una victoria técnica de dos goles por cero. Para los
chilenos lo peor estaba por llegar.
El portero Roberto Rojas fue expulsado de por vida, al igual
que el médico y director técnico de la selección nacional. Para los hinchas lo
peor llegó al saber que su país estaba descalificado, y no podía luchar para
ser parte del mundial Estados Unidos 1994, que ganaría Brasil por cierto.
Se supo que Rojas utilizó una hoja de afeitar que guardaba en
sus guantes, para hacerse él mismo la herida en la cabeza. Esto permitiría que
el juego se reprogramara en un estadio neutral. O que en el peor de los casos
Brasil quedara eliminado de las eliminatorias, dándole paso a Chile en
beneficio de lo ocurrido.
Brasil quedaría eliminado en octavos de finales ante su
similar de Argentina en 1990, uno de sus más acérrimos rivales. Aunque fue
doloroso, con el tiempo todo dio frutos. Brasil sería campeona en 94, finalista
en Francia 98 y campeona en Corea y Japón 2002.
El suceso recibió un sinfín de nombres, pero quedó grabado
para la posteridad. Para la FIFA un acto que no podía ocurrir de nuevo. Para
Brasil una bendición del “Dios del Fútbol” que se apiadó de ellos. Para Chile
un ejemplo claro, que las bengalas sangrientas no son el remedio para salir a
flote en el difícil océano del fútbol mundial.
“Me corté con un
grillete y la farsa se descubrió, fue un corte a mi dignidad, tuve problemas en
mi casa, con mi mujer, mis compañeros me
dieron la espalda… Pero si yo hubiera sido argentino, uruguayo o brasileño no
estaría suspendido, pero como soy chileno no me dieron la posibilidad de reivindicarme”
Roberto Rojas.
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