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Epidemia de Risa



Las gotas de sudor corrían sin permiso por sus caras, estaban acostumbradas al calor. Las carcajadas eran pegajosas, y permitían liberar el estrés que producían las clases estrictas de los misioneros, aunque algunas reían en silencio, no era común escuchar ese tipo de risa en la escuela; eso de inmediato llamó la atención de todos.

Luego de algunos minutos las tres chicas no dejan de reír. Cada vez que abrían su boca el color de sus dientes hacía contraste con sus pieles negras, que por genética, tradición y mucho sol estaban quemadas, la alarma se disparó cuando media hora después las jóvenes seguían riendo a carcajadas.

Los responsables del colegio de niñas de inmediato se avocaron a la escena, pedían explicaciones pero nadie se las daba. Era imposible contar lo sucedido con una risa que bloqueaba las palabras necesarias para ser entendidas. Al final las jóvenes pararon de reír, pero fueron advertidas que escenas como esas no se permitían en tan “respetado recinto”.

Al otro día no eran solo tres chicas las que reían a carcajadas, el virus comenzaba a apoderarse de gran parte de la población. En clases algunos profesores molestos no podían concentrarse. ¿Acaso era muy chistosa la clase de matemáticas? ¿Qué tenía de divertida la clase de inglés? De inmediato el grupo de jóvenes “enfermas” fueron pasadas a la dirección.

Algunas reían por dos horas consecutivas, otras llegaban a dieciséis, en sus caras se mostraba el cansancio, muchos sentían que querían parar de reír, pero les era imposible, era momento de actuar rápido, si no, las cosas “acabarían muy mal”.

Pasaron tres meses y la escuela tuvo que cerrar ¿la razón? La epidemia de risa había atacado a 95 de 159 chicas que estaban recibiendo clases en el colegio. Parecía algo de otro mundo, irreal y sorprendente. Sobre todo para eso pueblo de Tanzania que en 1962 no esperaba nada impactante de la vida, ya tenían una historia para contar con el paso del tiempo.

Existía un grupo de personas que consideraba éste ataque como un anuncio del destino “Cuando se ríe con exageración, algo malo va a pasar, es un causa y efecto” decía uno de los profesores. Otros apoyaban la posibilidad de que era un “saboteo” para parar las clases, otros más extremos llegaron a la conclusión de que era “Obra del mismísimo diablo en persona”.

Lo que empezó como algo gracioso terminó afectando a toda una comunidad. ¿Contarían un chiste?, ¿Se burlarían de una de sus compañeras? ¿Le harían mofa a uno de los misioneros? Son preguntas que  no se pueden responder con exactitud; pero parece imposible creer que una simple carcajada que es anunciada como uno de los beneficios para la salud más económicos y fáciles de obtener, pueda ser capaz de parar una comunidad completa, y preocupar a muchos, ante un eventual “brote”. Aunque la escuela estaba cerrada, muchos no estaban preparados para lo peor.

“Por medidas de seguridad” las chicas fueron repartidas a sus aldeas. El virus no hizo estragos en el cuerpo docente, quienes en un momento pensaban que todo era un “juego de niñas”. Al llegar a sus hogares, muchas familias estaban indignadas por lo ocurrido, otras veían por preocupación lo que pasaba. Con golpes, consejos y oraciones esperaron que todo terminara; aunque parecía que el virus quería seguir atacando a las personas que estuvieran saludables. El número de enfermos siguió en aumento.

En dos aldeas se registraron más casos, un colegio de mujeres fue víctima de ataques de risa, y ya las alarmas comenzaban a sonar de una manera estrepitosa. 217 niños y adultos jóvenes estaban infestados, parecía que ya nada se podía hacer. Las concentraciones religiosas aumentaron, y parecía que todo salía de control cuando dos escuelas de niños cercanas al brote tuvieron “forzosamente” que cerrar sus instalaciones.

La epidemia de risa comenzó a tocar a un grupo de personas que parecían inmunes: los adultos. Éstos la propagaron por distintos pueblos y en los lugares donde trabajaban. La escuela decidió abrir sus puertas de nuevo, pero fue cerrada cuando no pudo ser controlado lo que parecía un “caos”. Para muchos lo más preocupante era no encontrar la cura. Si el problema fuera fiebre, dolor de cabeza o mareos, podían acudir a cualquier médico o farmacia a su alcance y conseguir los medicamentos. ¿Cómo se controlaba un ataque de risa? ¿Cuáles eran los métodos a seguir? Esas preguntas merodeaban por las cabezas de muchos pobladores, y el pesimismo llegó cuando se supo que algunos investigadores veían el caso con cierto escepticismo. No se les puede culpar, parece increíble que centenares de personas fueran víctimas de un “ataque de risa en masa”.

De tres niñas, se llegó a cien, el número a aumentó a quinientos y luego a miles. Era irritante para algunos no parar de reír. Algunos soñaban con reír más de lo debido para aliviar el estrés, borrar problemas y sentirse más aliviados con la carga emocional que llevaban. El sol en Tanzania era “cosa de locos” y a veces una sonrisa en el trabajo, en la casa o en familia eliminaba tensiones. El problema era dejar de reír, pero el virus no se quería ir tan fácilmente. Era tan agotador que en ocasiones muchos afectados terminaban llorando, paralizados, y con dolores estomacales  para luego estar incapacitados de hacer cualquier tarea que se les viniera a la cabeza.

Gritos histéricos comenzaron a surgir en las aldeas afectadas,  dolores, desmayos y problemas respiratorios a escala masiva. Padres preocupados por no saber qué hacer. Líderes religiosos incapacitados para eliminar ese “mal diabólico” y doctores que no tomaban con seriedad lo ocurrido, alargaron la agonía. Una agonía que simple vista parecía “divertida” y llena de mucho encanto, pero que por dentro comenzaba a destruir a las personas afectadas que no conseguían un camino estable donde poder descansar.

En un lapso de de seis meses a año y medio como vino el problema se fue. El ataque de risa fue desapareciendo poco a poco hasta que todo volvió a su normalidad. No hubo ningún caso trágico, y las escuelas abrieron de nuevo sus puertas. Todo quedó en el olvido y persiste en los recuerdos de algunos que fueron protagonistas y testigos directo de lo ocurrido. En 1962 no existía la internet, las redes sociales y pare usted de contar los artefactos o medios que pudieron expandir la noticia alrededor del mundo, muchos ni siquiera saben lo ocurrido (como fue mi caso) otros jamás creerán esta historia. Una epidemia de risa que fue denominada como una escena de “Histeria Colectiva”. Miles de personas fueron víctimas de la risa y sus efectos secundarios.



De ahora en adelante toma tus precauciones al momento de reír a carcajadas, pon en tela de juicio lo dicho por los científicos sobre los beneficios que trae reír sin parar por algún tiempo determinado. No sea que el virus aún no esté del todo muerto, y se haya marchado con los vientos de nuestro mundo. Quizás está dormido, esperando encontrar la víctima que contagie a miles de personas a tu alrededor. Sería en ese momento que te pregunten ¿Por qué te ríes? Descubrirás que fuiste atacado por un virus, que eres parte de un nuevo brote de la llamada: Epidemia de Risa.

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