Mi sueño de dominar el mundo es bruscamente sacado del aire
cuando una voz chillona me grita “Ya es hora de que te levantes”. Miro a mi
alrededor y todo me es tan común, luego de persignarme mi mente entra en estado
de alerta máxima, es día de las prueba corta. Pido un concejo abierto con todos
los santos que conozco, pero mi solicitud es rechazada, todo está perdido.
Lo más difícil de ese tortuoso día, no son los obstáculos
olímpicos que debo superar para entrar con vida al bus de la Universidad, rogar
al cielo para que la “Lotería del destino” no me elija como el “atracado de la
mañana”. Es Morfeo y la prueba corta las cosas que me debilitan una vez por
semana.
Para entrar en contexto, las pruebas cortas tienen un valor
porcentual de 30% “Seis puntos obsequiados” diría el compañero tocado por las
manos de Einstein y García Márquez. Lo más claro en el asunto es que perder
esos seis puntos del total de la nota sería como bailar un año entero “Con un
solo pie”.
Entre Morfeo y las pruebas cortas existe una batalla semanal.
Hipnotizado como un pescador por el canto de las sirenas caigo a sus pies. Sólo
el golpe rocoso y doloroso que producen las risas de mis compañeros me hacen
entrar en razón. Debo seguir los consejos medievales de mi madre y dormirme
antes de las nueve de la noche. En cambio, las pruebas cortas funcionan como
antídoto perfecto para no ser la “burla de la clase” son cafeína para mi cerebro,
cigarrillo para mi ansiedad y calvario para mi alma. Morfeo se va derrotado,
aunque jura que al otro día me atacará de “manera atroz”.
Minutos antes de entrar, los compañeros de clases esperan la
sentencia decisiva del caso. Divididos en tres grupos observo sus expresiones,
caras tranquilas y seguridad al hablar en los “Ilustrados”, preocupación,
nervios y bolsas de ojeras en los “No estudié” y caras de despreocupación e
ironía en los “Me da igual”. Cegado por el veneno que puso Morfeo en mi comida
me dirijo al último grupo, dopado, sin poder medir las consecuencias futuras.
¡Ya llegó! Dice la voz que existe en mi cerebro desde que
tengo uso de razón, nunca se equivoca. A paso lento una mujer con libros,
carpetas y un juego de llaves sonríe a los presentes. Mi cerebro procesa la
información en centésimas de segundos para decirme “Es tú profesora”, siempre
espero que el santo de mi devoción sea el mismo que el de ella, parece que no
lo es.
El frío producido por el aire acondicionado nos adentra a un
invierno lleno de espejismos, pero que no está plagado de contraste con esas
escenas de tonos grises donde siempre “muere el bueno” la voz de mi madre
diciéndome “Sinvergüenza” me despiertan del retardo, no leí el periódico.
La voz angelical de la profesora, su manera de tratarnos y “regañarnos” con
delicadeza es otro contraste, si imagino a la profesora del año anterior.
Aunque la voz de mi cerebro le guarda mucho respeto, no dejo de pensar que tiene
“aires de inquisidora”. Supongo que cumple el papel de “Caifás” a la
perfección, para que no seamos los “Herodes” de los lectores del mañana, eso
supongo.
Las pruebas cortas nos motivan a leer los diarios de circulación
nacional para que refuercen los conocimientos sobre técnicas periodísticas ¡Y
de qué manera! Cada vez que recuerdo esa frase, como reo declarado culpable me
arrepiento de la borrachera del fin de semana. Las preguntas suelen ser
variadas, centrándose en la política (un tema muy cansón en Venezuela) y el
panorama Internacional. Cinco minutos sin saber qué decir o escribir me
hicieron entrar en razón, la estocada final era la entrega de resultados, 26
alumnos y siempre ocupada el puesto “27” juré la siguiente semana “prepararme
mejor”
Apagué el teléfono el sábado, decidí no salir, el teléfono se
puso caliente de tantos insultos que recibí de mis amigos, por no asistir a la
fiesta según ellos “la mejor del siglo”. A tempranas horas del domingo compré
el periódico y me preparé. Con resaltador en mano jerarquicé lo más importante
y con tranquilidad esperé el día para la prueba corta, acercándome a los ilustrados
para discutir los sucesos noticiosos. ¡Y funcionó! La pregunta lanzada como una
lanza colorada fue atrapada por mi mano, respondí esperando captar la atención
de la profesora, muchos respondieron al igual que yo, un claro augurio de que
podía clasificar la siguiente semana.
Las noticias fueron entregadas y de estar en el último puesto
logré llegar al segundo puesto, “Sacaste 20” dijo la profesora con esa sonrisa
que la caracterizaba, descubrí que no era una “santa inquisidora” era una docente,
debía ser justa y exigirnos para no ser “los periodistas piratas del mañana”.
La situación entre Morfeo no termina, aunque empecé la lucha,
debo reconocer que casi siempre termino en sus pies. Mi blog debería llamarse “Suburbio
de Letras Vespertinas” para así poder dormir toda la noche. En cuanto a las
pruebas cortas, dejaron de ser mi “maldición” para convertirse en mi aliada
semanal. Ha sido tan fructífera la amistad que quisiera verla todas las
semanas, pero no puede ser así. De algo puedo estar seguro, no lograré los seis
puntos que otorgan las pruebas, quizás tres, no lo puedo saber. Lo que si sé es
que me han permitido interesarme más por el periodismo, creo que queda bien la
frase “Para escribir hay que leer” yo diría “Leer te permite salir bien”.
Calidad David
ResponderEliminarGracias querida :*
Eliminares inevitable no pensar en su sonrisa cínica
ResponderEliminarJajajajaja una sonrisa que despierta cualquier pensamiento.
ResponderEliminarSaludos querida.
Eses Sr. Morfeo!! El 27 es un número místico eh. En cuanto a esa regla de leer para escribir, es fundamental, imprescindible y un alimento nutritivo.
ResponderEliminarMe hiciste indagar sobre el 27, y tienes razón. Gracias por tomarte el tiempo de leer y comentar sabia.
ResponderEliminarSaludos a lo lejos.
Si no se lee la pluma no se explaya, buena conclusión para terminar el relato, el que no lee no fluye en el universo.
ResponderEliminarFeliz día José.
Es cierto. Feliz día Carmen y muchas gracias por pasarte. Un abrazo.
EliminarUno se siente joven y estudiante otra vez leyendo tu relato. Un buen sentimiento...
ResponderEliminarEs un honor que mis letras hayan logrado eso. Saludos, un abrazo Luis.
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