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Un Suburbio de letras nocturnas



Sé que no posteo un relato nuevo desde hace algunos días. Los partidos del mundial de fútbol, las clases en la universidad y algunos imprevistos a última hora no me dan oportunidad de regalarles una historia nueva. Les aseguro que las que vienen estarán a la altura, si no logro, tienen el derecho de “colgarme”.

Para no perder la costumbre, quiero contarles como ha sido la experiencia de Suburbio de Letras Nocturnas, lo que sería una corta y resumida biografía de mi vida. Prometo no aburrirlos, de seguro algunos se sientan identificados con mi historia, otros quizás no.

Para escribir hay que leer, son siameses imposibles de separar. Cuando era un niño mi meta no era escribir, no era un plan de vida (parece que ahora sí) en la cartelera informativa de mi cerebro, al contrario, mis planes parecían muy lejanos a cumplirse. De niño mi madre a la fuerza me inculcó el amor por la lectura, han sido los golpes y regaños más hermosos y gratificantes que conservo. Si mi madre hubiera decaído en el intento, no sé qué sería de mi vida… Lo digo en serio.

Los años fueron pasando por mi vida, hasta que sin darme cuenta ya estaba a las puertas del mundo universitario. Necesitaba elegir una carrera, y sin duda fue la que desde niño tenía en mente: Periodismo. La prueba de admisión de la universidad donde estudio, es considerada como uno de las más difíciles de la región. Muchos dudaron, pero al final entré. La emoción fue grande, pero con el paso de los meses se fue apagando, no era tan fácil como parecía.

Los problemas de sintaxis, ortografía, puntuación, y muchos más que no recuerdo su nombre aparecieron en escena. Me sentía tan avergonzado cuando los profesores decían “Eso lo vieron en bachillerato” ¡Dios mío! ¿Cuál era el sistema educativo de ellos? Que yo recuerde muchas de esas cosas que ellos daban por sabidas a mi cabeza no llegaban. Algunos estudiantes de colegios privados con mucha seguridad explicaban las dudas. En ese momento entendí que la educación pública en el país era “pirata” y que estaba plagada de otros intereses, que muy lejos estaban de formar al hombre de “luces” del mañana.

Algunos pruebas las pasé gracias a mi pasión por la lectura, pero la suerte no fue igual para todos, y eso me desanimaba. Pero era una competencia por un puesto de trabajo, que arrancaba el primer día de clases y culminaba el día de nuestra muerte. Algunos ni se lo imaginaban, otros sí, a esos les tenía mucho respeto.

Cada vez que el alcohol hacía estragos en nosotros en algún lugar olvidado de la universidad algunos temas de interés salían a la escena. Parecía que siempre tenía algo que contar, o quizás yo creía eso. Suena extraño, pero cada vez que decidíamos tomar, y estábamos pasados de copa, temas de religión, historia, política y muchos más aparecían en escena. Eso se convirtió en una práctica para todos, y teníamos contados los minutos precisos para comenzar a hablar de cualquier tema importante para ser discutido. No les recomiendo hablar esos temas con alcohol en la cabeza, nunca se llega a un acuerdo.

Un día estaba algo ebrio, y le aseguré a algunos presentes que quería escribir. Para mucho fue un cuento de borracho, y hasta yo pensé que era así. Al otro día pasando la resaca en mi casa, recordé lo que dije y lo noté interesante. Entonces decidí prepararme para ello.

Escribí algunas líneas. Era una historia de una mujer que estaba en sentada en la ópera, y estaba enamorada de otro hombre. Escribí seis párrafos y ya me sentía Gabriel García Márquez recibiendo el premio Nobel. Estaba muy orgulloso de la historia que había imaginado. A los días cuando la leí me pareció un “asco”. No le encontraba sentido, no era lo que yo imaginaba, no me gustaba lo que había escrito. Caí en tristeza y decidí no intentarlo más, no estaba destinado para ganar un premio Nobel.

Con el paso de los días recordé lo escrito, decidí que necesitaba prepararme, porque sin darme cuenta, de verdad yo quería escribir algo. No importaba que fuera, pero necesitaba escribir.

En un partido de fútbol, observaba a mi jugador favorito en el campo de juego. Su destreza, su precisión y su resistencia en el campo eran insólitas; entonces tuve una “revelación”. Para ellos estar en ese lugar, comenzaron soñando, luego preparándose y entrenando día tras días, sin descanso. No llegaron por arte de magia al estadio de los grandes, todo fue paso por paso, y para mí que en ese momento era tan impaciente, terminé queriendo a la constancia, quien no era de mis mejores amigas.

Preparándome como si fuera a una competencia olímpica, decidí adentrarme al mundo de las letras. Investigué, practiqué y busqué ayuda en la lectura, esa que de niño me dio tantas alegrías. Las cosas fueron “a paso lento pero seguro” funcionando. Busqué ayuda, y saqué muchas dudas que por el camino me iban acompañando.

Entendí que no necesitaba idear una historia de una mujer en una ópera, llena de lujos y un amor no correspondido en 1870 siendo Londres el escenario perfecto. Empecé a unir piezas a mi rompecabezas mental, y descubrí que existían miles de historias sin contar en el lugar donde vivía. A veces lo llamo “pueblo andino”, “pueblo olvidado”, “andes venezolanos”. Y funcionó, (o eso creo) poco a poco fui aprendiendo sobre el tema y sin darme cuenta ya en mi cabeza tenía la historia perfecta en mi cabeza, bueno dos. Magdalena un Amor de Historia y Los Tacones de Ivonne.

La primera tiene tres años en papeles, es algo complicada y necesita tiempo. En la segunda fue todo rápido, en un año ya la tenía lista. ¡Sí! Mi primera novela. No imaginan como me sentí cuando ese día a la seis de la mañana culminé la historia. El que ha escrito libros, cuentos o novelas debe saber que la mayor fiesta se tiene cuando se termina la historia, que te lean es superficial. Sí, es una frase algo arreglada de Virginia Woolf.

Al terminé sabía que estaba plagada de errores y problemas. Me di cuenta que  un personaje llamado Andrés al final terminaba llamándose Antonio. Y cosas de ese tipo. Por suerte soy muy sincero conmigo mismo y decidí buscar ayuda por la web, porque lamentablemente escribir en este “pueblo andino” es sinónimo de locura. Están en lo correcto.

Lamentablemente no recuerdo el nombre del escritor. Lo llamaremos “Bendición”. Bueno, él decía que era importante escribir historias cortas por un determinado tiempo para olvidar la novela, engavetarla por un largo período y hacer las correcciones sin “sentimentalismos”.

Ahí nace Suburbio de Letras Nocturnas. Decidí que un año estaba bien para olvidar mi novela, lo cual ya no me parece mucho tiempo, me acostumbré a la espera. Y todo funcionó. Más que nada, porque no puedo hacer una historia de todos los personajes que a diario golpean mi cabeza. Les dejo salir en algunas cuartillas, por ahora así ha de ser.

Ya llevo un mes y medio, y se han superado mis expectativas. Entro en cada comunidad que consigo buscando gente que me corrija, me debata y que en ocasiones me felicite. Soy humano deben entenderme. Poco a poco las cosas están dando frutos, ya ni me acuerdo de la novela. Y cuando la recuerdo, empiezo a ver errores que en un momento no los vi.

Bueno, es todo por hoy. Mañana una nueva historia.

A por cierto, “Los tacones de Manuel”, es “Los tacones de Ivonne” micro resumida, a algunos les ha gustado. Cuando esté el libro editado a la perfección se los regalo.


Feliz noche.

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