Mi querido padre, trataré en pocas cuartillas explicar todo
el amor, afecto y agradecimiento que
siento por ti, con motivo del mes en tu honor. Quizás estas palabras
nunca lleguen a tus oídos, no sé por qué, pero no soy “el mejor” regalando afectos. Quizás eso lo aprendí de
ti.
El primer recuerdo que me llega a la cabeza donde ambos
éramos los protagonistas, fue cuando salté a tus brazos y siendo un niño de
tres años pudiste cargarme y darme algunas vueltas. Sé que llegabas del trabajo
y por ende era mediodía. Puedo decir con seguridad que es el primer mediodía que
recuerdo en mi vida.
Siendo yo un bebé marchaste a trabajar, dejando a mi tía y
abuela la crianza y aprendizaje en los primeros pasos. Te preocupaste cuando no
te dije “papá”; pero mi cerebro creó un título mejor para ti, que reúne todo lo
que siento, una palabra de cuatro letras y años de recuerdos: “Amor”.
Parecía extraño para muchos que yo te llamara “Amor” pero
para mí lo era todo, era como te debía decir por siempre, ni cuando pise la
pubertad y me encerré en mis problemas adolescentes dejé de llamarte así; no
dudé en gritarte “amor” cuando estaba con mis amigos, no tenía que avergonzarme
por eso, al contrario, no entendía por qué los demás no se referían de la misma
manera al ser que les dio la vida. Aunque debes reconocer que en ocasiones te
molestaba que te llamara de esa manera. Al final venció la costumbre, siempre
serás el amor de mi vida.
¿Cosas que agradecerte? ¡Muchas!, alimentarme, darme cariño,
llevarme por buen camino y prepararme para enfrentar un difícil mundo que no
conocía. Estaré eternamente agradecido tus luchas diarias para que yo
aprendiera a leer. Nunca te lo he dicho, pero te agradezco eso más que darme de
comer. Mi abuela no estaba “contenta” con la idea que yo aprendiera a leer
incluso antes que mis amigos del barrio, yo detestaba eso, quería jugar,
saltar, hacer travesuras, imaginar un mundo de fantasía. Los golpes valieron
para que consiguiera la herramienta que cambiaría mi vida. Tenía cinco años, y
ya sabía por lo menos defenderme ante los demás niños de mi edad. Mi
inclinación cambió drásticamente de una pelota a un libro, eso permitió que me
hiciera preguntas que luego eran respondidas en cualquier página que leyera.
Cuando cumplí ocho años, muchos creían que era un “viejito prematuro” hasta yo
lo llegué a pensar, pero ya nada se podía hacer, leer se convirtió en uno de
mis pasatiempos más divertidos.
Los primeros libros que me regalaste, estaban acordes a mi
edad, historias de niños fáciles de entender. El gato con botas, pinocho, los
siete enanitos, blanca nieves, etcétera despertaron en mí una fascinación a la
lectura. Luego pasaste a otros de más nivel, de animales, de planetas, de cosas
de la vida y los que me hipnotizaban: Los de historia y geografía. No te
imaginas la cara de mis amigos cuando trataba de explicar los inicios de las
guerras mundiales, los beneficios que trajo la imprenta y de la hambruna que
existía en áfrica. Trata de imaginar las expresiones de su cara cuando le
contaba de países que no conocían: Kenia, Mongolia, Kiribati, Bahréin y
Filipinas. Con el tiempo esos mismos compañeros cambiaron la cara cuando
tomando algunas botellas de ron tocábamos el mismo tema… tenías que estar en
ese momento.
Comenzaste a dudar sobre sí fue correcto regalarme libros
cuando llegaron a mí dolores de cabeza. Tomaste una cruda decisión al esconderlos.
Llegamos a un acuerdo de “paz” por el bien de ambos bandos. Leería solo dos
horas al día, luego de eso saldría a jugar con mis amigos.
Tus reglas las fui cumpliendo a cabalidad, comer a la hora
establecida, arreglar el cuarto (cosa que ya no hago) a diario y estar bañado
al momento de que tú llegaras. No estaba en tu cabeza verme sucio o lleno de
barro, contando a eso que mis uñas y cabello debían estar limpio, para que mi
abuela pudiera con calma peinarme.
Cuando me enseñaste “Mambrú se fue a la guerra” llegamos a la
conclusión que era mejor cantar algunas estrofas y no todas. El día que aprendí
a montar bicicleta terminé en el asfalto caliente de mi calle, tú me recogiste
y sin contamos a eso el día que aprendí a nadar porque anterior a eso casi me
ahogaba en una piscina, pueden sacarnos algunas sonrisas si un día llegamos a
leer esto juntos.
Te esperaba en las tardes cuando venías de trabajar luego de
tu segundo turno. Debió ser Marzo (porque lo vi en Diciembre) que abrazándome
dijiste que tendría un hermanito. Pensé que el niño Jesús había escuchado mis
suplicas. El último mes del año ya estaba a mi lado mi querido hermano, el
motivo para seguir adelante.
Mi adolescencia fue una locura completa, llegaron los
problemas y nuestra separación. Las travesuras que hicimos en silencio quedaron
en el recuerdo. Vivíamos más en un ring de boxeo que en el comedor del hogar.
Cada vez que me querías comunicar algo yo lo tomaba a mal. Sé que para ti debió
ser un calvario, no tengo excusas, pero debo recordarte que tú también fuiste
adolescente, quizás pasaste por lo mismo.
Hablando de calvarios, debo reconocer tu paciencia y respeto
en aceptar y apoyarme en todo lo que decidía hacer. Doctor, actor, bombero,
cuando decidí ser evangélico, el día que quise ser parte de un grupo religioso
en la iglesia que me bautizó de muy niño entre otras cosas. Me sentía un “elegido” cuando estuve en la
Iglesia, en ocasiones llegué a apartarte por no pensar al igual que yo. Fue la
etapa más crítica de nuestra relación que ya va por 21 años. De eso si puedo
pedirte perdón, lo mejor fue retirarme de esos caminos, desde ese día comenzó a
florecer la comunicación perdida entre nosotros.
El golpe más bajo que recibiste fue cuando supiste mi
inclinación sexual. Tú que fuiste criada en un mundo “machista” en las
tradiciones de un pueblo andino, en una época que no estaba preparada para los
cambios rápidos que traía la vida, sufriste más que ninguna otra persona. Ver al
amor de mi vida en ese estado no fue fácil. Pero necesitaba hacerme el indiferente para que superaras eso, no
había vuelta atrás, era mejora aceptar todo. A cuatro años de lo ocurrido, debo
reconocer que te convertiste en mi “súper heroína” porque levantaste la cabeza
y juntos caminos hacia adelante.
Aunque no lo digo a diario quiero darte las gracias por
existir. No hay noche que no piense qué sería mi vida sin ti. Quiero superarme
en esta vida para tratar de pagar todo lo que has hecho por mí, sé que nunca
llegaré a la meta, pero haré lo posible para darte todo y más de lo que te
mereces. Gracias por esas fiebres curadas, por no salir de fiestas por
cuidarme, gracias por estar pendiente de mí. A veces no valoro lo que está a mi
lado, una gran persona, un ángel que llegó a mi vida para recostarme en
momentos de dificultad.
Te preguntas qué hago tanto en la computadora, debes saber
que lo que hago es escribir, imaginar, leer, apartarme de cruda realidad que
nos envuelve. Te lo he tratado de decir en muchas ocasiones, quizás no sé
explicarme o tú tienes sordera crónica, pero eso le da sabor a nuestra
relación. Así que deja esa idea de no pagar más la cuenta del teléfono, que el Bullying,
la pornografía y otras cosas no van conmigo.
Somos como el agua y el aceite. Tú apoyas a este gobierno, yo
no tanto. Eres fans de los Leones del Caracas, yo me guío por los Navegantes
del Magallanes. Tú mueres por la carne, yo por el pollo, no te gusta casi tomar
alcohol, lo mío es otro caso, tus peleas me estresan y terminamos “matándonos”
día a día; pero ¿Sabes que es lo más bonito de todo? La reconciliación, no
hemos terminado de pelear cuando ya estamos imaginando lo que va a pasar.
Tu día lo celebro la segunda semana de mayo, en noviembre cuando
cumples año y me tomo el atrevimiento de celebrarte en junio también. Siempre serás
mi padre, aunque al verdadero le guarde un cariño profundo, pero tú le llevas
una ventaja enorme que sería imposible alcanzarte.
Gracias por
ser padre y madre a la vez, gracias por sacrificarte por mí y ser capaz de
aguantar todas mis tonteras como mejor lo sabes hacer. Mi querido papá, creo
que suena mejor decirte mamá; pero recuerda que prefiero decirte “amor”. Por
ser madre soltera, y sacar adelante a dos hombres de bien quiero desearte un
feliz día del padre. Padre es el que cría, no el que procrea, así que tú
recibes ese título con todo el orgullo del mundo. Por enseñarme a ver la vida
de otro modo, y abrir mi mente a la “luz” vendería mi alma al mejor postor por
salvar tu vida, espero me “eches” tus bendiciones llenas de amor como lo haces
cada vez que marcho de casa camino a la Universidad.
Que bonita lectura!
ResponderEliminarValió la pena leer esto a escondidas en el trabajo.
Saludos.
No sabes lo reconfortante que se siente leer tu comentario. Muchas gracias, saludos.
ResponderEliminarQué hermoso, David. Bella y creativa. Biografía y tributo.
ResponderEliminarGracias profe por tomarte el tiempo para leerla.
EliminarUn abrazo.
David, estos relatos escritos desde el corazon me dejan sin palabras para comentar, solo puedo decirte que la vida esta hecha de simples cosas, de esas que nos llegan al alma y nos permiten ser felices. Un abrazo.
ResponderEliminarAww mi querida Estela. Eso me ocurre a mí, los recuerdos más sencillos son los que embellecen la sala de mi mente. Gracias a ti por tomarte el tiempo de leer y comentar.
ResponderEliminarUn abrazo.
Me ha gustado mucho leer parte de tu desnudez, no es fácil hacerlo pero tu si lo haces bien, tu infancia y adolescencia fueron muy diferentes a la mia pero muy parecidas en algunas cosas, cuídate, un saludo
ResponderEliminarSaludos compañero.
EliminarMe alegra que le guste.
Un abrazo y gracias por cobijar lo que usted llama mi "desnudez".
un abrazo a lo lejos.
Tu p/madre siempre estará orgullosa. Genial!!
ResponderEliminarGracias por comentar. Saludos Javier.
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