Familiares y amigos se daban cita en el cumpleaños veinte de
la hermana de Andrés. Era 30 de Diciembre y en el pueblo andino olvidado
sobraban las fiestas. Terminaba un año y llegaba uno cargado de “ilusiones”
para los presentes. Rodrigo conversaba con su amigo lo necesario. Sin mostrar
indicios que la cosa entre ellos no marchaba tan bien como parecía.
Andrés quiso mostrar una nueva cara ante su amigo. Quería borrar
la imagen que Rodrigo tenía de él. Para eso necesitaba mostrar con hechos y no
con palabras sus nuevos planes y decidió mostrarlos antes que alcohol hiciera
estragos en su cuerpo y terminara olvidando todo al siguiente día. Rodrigo
conversaba con un amigo de ambos. Cuando Andrés se acercó, trató de no
mostrarse incómodo y fue a buscar una cerveza para darle la bienvenida a su
mejor amigo.
Mientras se acercaba al refrigerador notó que la cumpleañera
lo miraba de otra manera. Restó importancia al asunto y destapó las cervezas. La
madre de Andrés lo invitó a probar las hallacas familiares. Un plato navideño
venezolano que no puede faltar en cada mesa de la nación caribeña. Él aceptó. Amaba
este plato y era esa comida lo que le hacía esperar con ansias cada navidad en
su vida. El licor seguía aún frío, y fue a la esquina donde Andrés y su amigo
estaban conversando.
Cuando llegó el sentimiento de sorpresa lo atrapó, más aún,
cuando el amigo le dijo “¿por qué no les das una oportunidad?” le explicó que
ya sabía todo y que Andrés había llegado a él buscando desesperadamente ayuda. Para
Rodrigo que su mejor amigo dijera lo que realmente sentía lo dejaba aturdido
por unos minutos. Luego le explicó los errores que Andrés había cometido, pero
eso no bastó. Al final el “Cupido” de los dos terminó uniéndolos de nuevo.
-¿Quieres
ser mi primer novio?-dijo Andrés sonriendo.
-Si
es para siempre mi respuesta es sí- respondió Rodrigo con ojos húmedos.
-Será
para siempre. En mis manos estará hacer que se haga realidad.
Las horas transcurrían muy rápidas. La fiesta tenía
emocionados a todos los presentes. Bailaban desde salsa, merengue, vallenatos e
incluso los más ancianos robaron miradas mientras se agachaban al paso de un reggaetón.
Rodrigo y Andrés no dejaban de conversar, comenzaban a construir una vida llena
de planes donde eran los protagonistas de la historia.
Un presentimiento invadió a Rodrigo por completo. Se tocaba
el corazón, no sabía qué podía ser. No quiso contar nada, llamó a su madre y
esta le dijo que todo marchaba bien. Recordó que día antes dos personas fueron
asesinadas en el pueblo olvidado por no dejarse robar. Observó la hora y sintió
que era momento de marchar. El amigo de ambos se ofreció a acompañarlo y éste
aceptó. Fue a despedirse de Andrés, pero se negó a dejarlo ir.
-Tienes
que quedarte conmigo esta noche.
-Parece
que se quedará mucha gente hoy en tu casa.
-Todos
se irán en un rato. Quédate por favor… prometo hacerte por vez primera el amor
¿Sí?
-
Entonces me quedo.
-Bien
mi corazón. Le diré a mi madre que dormirás aquí.
La hermana de Andrés intentó insinuársele a Rodrigo, pero él
la apartó. Sería muy irónico terminar
enamorando a los hermanos. Pero contó lo ocurrido a su novio. Poco a poco la
gente fue marchando y la casa fue quedando con los más allegados. Rodrigo se
ofreció a ayudar a la madre de Andrés quien barría todo lo que encontraba. Luego
de un rato sólo quedaban Andrés, su hermana, un primo y Rodrigo. El señor de la
casa fue acostado tiempo atrás “muerto de la borrachera”. La señora decidió que
Rodrigo y Andrés dormirían en un cuarto y su hija y sobrino en el otro. Esto luego
de que vio algo sospechoso las miradas que su “niña” le hacía al amigo de su
hijo.
Los novios no perdieron tiempo. Era la primera vez que hacían
el amor. Para Rodrigo era algo muy romántico. Sentía que ahora verdaderamente
si perdía su virginidad. Para Andrés era algo distinto, podía guardar silencio
sobre su orientación sexual, pero no podía negar que nació para ser gay. Ambos
compañeros sudaban, trataban de no hacer el menor ruido, y bajo la oscuridad
construían una nueva vida. Con calma fueron probando cada parte de sus cuerpos.
Se tomaban de las manos y con suspiros varios “te amo” disipaban el miedo de
los dos. Era de recordar aquella vez que Rodrigo temblaba ante la presencia de
su “ogro” y cómo con el pasar del tiempo se fueron unieron de tal manera que
terminaron enamorándose. Parecía irreal, pero era verdad. El pueblo andino
olvidado era el escenario para el nacimiento de un nuevo y extraño amor. Andrés
recibió un golpe que hizo abrir los ojos de ambos. Rodrigo no fue, ¿Sería un
fantasma? Los golpes siguieron hasta que los jóvenes descubrieron en su
desnudez que la madre de Andrés era la culpable. Con una correa y llena de ira
golpeaba a ambos jóvenes “Maricones, ¡Qué aberración!” gritaba mientras Rodrigo
y su novio intentaban vestirse como podían.
La madre de Rodrigo había despertado de su corto sueño cuando
escuchó que su hija parecía que hablaba sola. Luego de palabras pasó a gemidos.
Se levantó y notó que su sobrino intentaba hacer el amor con su prima. La ira
de la madre llegó a su punto y formó un escándalo. Golpeando a ambos. Amenazó con
acusar a su sobrino por lo ocurrido y regañó a su hija por emborracharse de esa
manera. Luego, subió al cuarto de Andrés para contarle lo ocurrido. Eran las
cuatro de la mañana. A su extrañez su hijo dejó la puerta abierta, pensó que
estaba despierto. Su sorpresa fue que efecto sí lo estaba; pero haciendo algo
que la cegó por completo. La locura hizo estragos en su cuerpo y golpeó a
Rodrigo y Andrés hasta cansarse. Luego salió del cuarto. Ambos se miraron, y
notaron que estaban pálidos. Con miedo, parecía una pesadilla. Lo más jodido de
todo era que la vivían en carne propia.
-¡Dios mío esto no me puedo estar pasando a mí!- exclamó la
madre quien con lágrimas en los ojos observaba el techo.
-Mamá déjame explicarte-dijo Andrés con las manos en la
cabeza.
-Aquí no hay nada que explicar. ¿Cómo es posible esto?
Primero ésta –señalando a su hija- la encuentro a punto de tener relaciones con
mi sobrino. Subo a contarte lo ocurrido, buscar quizás un consejo o ayuda, ¿y
qué encuentro? A dos maricones desnudos y besándose en mi casa y en tú cama. Andrés
tú que era el “varón” de la casa me sales con esto. Yo que aborrezco a los
maricones y Dios me castiga con un hijo de raro…. Ah, y una hija puta… Dios mío…
ayúdame…. ¡Ayúdame!- La mujer no paraba de llorar. Con rabia se dirigió a
Rodrigo – Y tú Rodrigo te tendí la mano, te consideré un amigo, uno más de la
casa y me pagas de esta manera. Entraste
a mi casa para acostarte con mi hijo qué abuso el tuyo.
-Le pido perdón señora Soledad. No sabe como estoy de
arrepentido-dijo Rodrigo con la cabeza agachada.
-No te saco de mi casa porque aún no ha amanecido. Mañana a
las siete lo quiero fuera de aquí. Y más nunca quiero que pise esta casa. Usted
es un sinvergüenza.
-No señora Soledad. Yo me marchó ahora mismo.
-¡Ya dije que no! Qué pensará su madre si te saco a esta hora
de aquí. Las cosas en pueblo olvidado están feas. No quiero cargar el peso de
una muerte encima si llegan a asesinarte.
-Yo tengo moral señora. Yo me voy.
-¿Qué moral vas a tener tú? Si manchaste el honor de nuestra
familia, eres el culpable.
-Ya está bueno señora Soledad. Con el debido respeto que se
merece. Yo no fui el único. Andrés también tiene culpa si vamos al caso. Yo no
lo obligué. Me voy… ah ¡Feliz año nuevo a todos!
-Tú no te vas Rodrigo, tú te quedas-dijo Andrés tomándolo de
la mano.
-¿Entonces Andrés?-dijo su madre con rabia- Si el maricón se
quiere ir que se vaya. Si no lo sueltas… tú también te irás.
-Tranquilo Andrés. Luego hablamos.
-Es que no te has visto – le contestó Andrés, pero Rodrigo no
lo escuchó.
Saltó una pared y se encontraba expuesto a los peligros del
pueblo andino olvidado. Pero el sentimiento de vergüenza, pena y rabia que
llevaba Rodrigo consigo lo hacían olvidar cualquier miedo. Notó que su
vestimenta no era adecuada para llegar a su casa. Iba con la ropa que no era la
misma con la que se fue. Inventaría una mentira a su madre. Ya por el camino
personas despertaban y se preparaban para el gran día. Ya era 31 de Diciembre y
las cosas debían estar listas para recibir el año nuevo.
Ese día ninguno de los dos pudo conciliar el sueño. Rodrigo
intentó hacer mostrar que todo estaba bien. Parecía que su familia no se daba
cuenta de lo que ocurría. Andrés pasó una de sus peores navidades. En su casa
ninguno se dirigía palabras. El padre preocupado no entendía lo que ocurría y
molesto pedía explicaciones que no eran dadas. La familia estaba destruida.
Cuando el reloj marcó las doce ya era primero de Enero. Todos se deseaban un
feliz año. Rodrigo escribió un mensaje a Andrés. Éste le respondió que las
cosas no marchaban bien en la familia. Acordaron verse ese día.
En la noche ambos terminaron lo que quedó incompleto el día
anterior. Dando por finalizado el amor más corto que ellos conocieran. La amistad
no sería la misma. La madre de Andrés le dio restricciones a él si quería
seguir viviendo en la casa. Fue la
primera vez (realmente) que hacían el amor y la última vez que sus cuerpos
tendrían contacto con sabor a pasión. Un beso selló el adiós y un abrazo
envuelto en lágrimas le aseguraba a la historia que no se olvidarían aunque
quisieran intentarlo.
Rodrigo se retiró de la universidad. Estudió música y siguió su vida como debía. Le dijo a
su mamá que era homosexual. Un bajo golpe para ella, pero que fue sanando con
el tiempo. Fue aceptado y respetado por su madre. Terminó su carrera con uno de
los mejores promedios. Marchó a la capital en busca de sueños, puedo decir que
los consiguió. Con el tiempo supo que Andrés le dijo a su madre la señora Soledad que Rodrigo lo había “drogado”
y que era primera vez que tenían contacto sexual. “Mamá el aprovechó que estaba
ebrio para drogarme y hacer lo que quisiera conmigo” le dijo a su madre. Quien esperando
tapar el dedo con un sol, aceptó lo que decía su hijo. Aunque en el fondo sabía
que todo era mentira.
En cuanto a Andrés, siguió su vida de heterosexual. Aunque fue un secreto a voces lo que ocurrió esa
noche. Terminó casándose muy joven y “entregando
su vida al Señor” ahora era Evangélico. Y se dedicaba a predicar a los
necesitados. Sin poner su historia como ejemplo. Predicaba de la boca para afuera. Tuvo un
hermoso niño, sano, que llamó Rodrigo. Bloqueó los preceptos del Universo
siguiendo él los propios. Sin saber que su vida no sería la misma. Ahogado en
preocupaciones y un peso en su alma quería borrar todo. Era imposible. Su vida
estaba envuelta entre una careta para complacer al mundo y su verdadero rostro,
que en sueños y silenciosas lágrimas sufrían por sus erradas decisiones.
Una tarde los dos se encontraron. Andrés ajetreado caminaba
con su mujer mientras llevaba a su hijo en brazos. Rodrigo agarrado de la mano
con su pareja lo notó venir. Ambos se sonrieron, dejando atrás las rencillas, a
Dios y la música. “Nunca te podré olvidar” le dijo Andrés cerca del oído. Esto despertó
la curiosidad su mujer y el novio de Rodrigo. Pero para aquel que fue un niño
gordo burlado y humillado por un joven atlético y “popular” todo tenía sentido.
No compartían la misma historia pero compartían la misma vida. Quisieran o no,
era una realidad imborrable.
Excelente final :D me entretuve un buen rato
ResponderEliminarMe alegro que te guste.
ResponderEliminarSaludos.