Un fuerte sonido la despertó bruscamente de su cama y hacía
estruendos en sus oídos, tomó una cobija y abrió la puerta. Tres policías
entraron sin mediar palabras con la mujer y se escabulleron como rápidas
serpientes por los confines del hogar, ella parecía saber que eso ocurriría,
tomó a su niña de brazos y esperó en la sala de su casa.
“Usted sabe dónde está, coopere con nosotros señora” dijo uno
de los uniformados, quería torturar a la mujer, pero haber venido de madre
soltera lo frenaba, apretada sus puños para diluir la impotencia que sentía. “Ya
les dije que no sé nada. Él salió una tarde y más nunca lo volví a ver” dijo
ella mirando los ojos de los desconocidos, sentía miedo, pero no lo mostraba.
Al igual que el policía apretaba los puños, para hacer desaparecer los nervios.
“Estaremos pendiente de ustedes, piense en su hija señora, no encubra a su
esposo, es un prófugo de la justicia” dijo esto y marchó con sus hombres,
desapareciendo en la oscuridad de la noche. La mujer llevó a dormir de nuevo a
su hija encontrando el cuarto muy diferente a como lo había dejado, parecía que
un tornado intimidante había pasado por el lugar. Observó la fotografía del
único hombre que la había visto desnuda y comenzó a llorar.
Un beso la despertaba de su sueño, abrió los ojos y su esposo
le daba los buenos días como siempre lo hacía, años de amor le habían hecho
olvidar el no agradable olor de las mañanas, el aliento de ambos sabía a
pasión. Su niña dormía, comenzó a limpiar la casa por si llegaba visita, abrió
las ventanas y llevó comida a sus gallinas en el corral. Aprovechó para buscar
cinco huevos criollos, sin sentir ningún remordimiento los abrió en la cocina,
cinco vidas desaparecían, pero la llenura de su esposo luego de desayunar la
confortaba.
Los “vientos de cambios” aparecían en el panorama nacional,
una corta pero dura dictadura era eliminada, existía un gobierno democrático
(eso decían todos) .Muchos celebraban tener en sus manos la libertad de decidir
y pensar lo que quisieran, pero en la casa de los Sánchez no habían motivos
ajenos para celebrar al de estar vivos y en familia.
Gonzalo era el cartero de la localidad y trabajaba para la
empresa nacional de correos del país, trabajaba sin cansancio para conseguir el
dinero suficiente para mantener a su familia, todos en el pueblo lo conocían,
era un joven ojos color esmeralda, tenía una mirada penetrante, y un porte de
actor de Hollywood, muchas muchachas a la sombra de la oscuridad se desvelaban
soñando en ser sus mujeres, pero Delia llegó primero en su vida para aguarle la
fiesta a las demás.
Cuando el dictador fue derrocado y marchó en avión a la madre
patria, el país comenzó una transición. Comenzó una venganza en contra de
aquellos que una vez fueron victimarios, entre ellos el cartero de pueblo
Gonzalo, su único crimen fue repartir cartas a todos los habitantes del pueblo
y saludar con un “buenos días” a todos. Fue despedido de su cargo en función,
un hombre gruñón de bigote mal hecho ocupó su lugar.
Pasaba más tiempo en su hogar, compartía más con su mujer e
hija, pero le preocupaba que el dinero no alcanzara luego, pensar que su mujer
estaría mendingando algunas monedas hacía que su corazón se apretara.
Luego de desayunar Gonzalo leyó un libro, antes del mediodía
marchó de su casa. “¿A dónde vas?” Preguntó Delia desde la cocina al sentir sus
pasos alejarse hacia la puerta, “Ya vengo…nos vemos pronto, amor”, esas serían
las últimas palabras que escucharía de su esposo, quien ese día dejó en la
silla forrada de mimbre el libro que leía con un sobre lleno de dinero. Ella
como buen esposa guardó el dinero que su esposo (según ella) había olvidado.
Habían pasado dos años desde la última vez que ambos se
vieron, ese beso de labios resecos y aliento animal eran su último recuerdo, lo
guardaba en lo más profundo de su corazón, en un lugar donde la policía no lo
pudiera encontrar. La niña llamada Camelia ya sabía caminar, y con facilidad
decía algunas palabras. El dinero que dejó Gonzalo ese día fue administrado con
rigurosidad por Delia, once meses después el último bolívar desaparecía de sus
manos. “¿Llamar a esto democracia?, cuando al igual que mi esposo hay muchos
desaparecidos” dijo indignada cuando una enfermera atendía a su hija y
anunciaba los logros obtenidos por el nuevo gobierno. La experta en salud le
hacía señas de que debía guardar silencio, un policía merodeaba la zona, ella
obedeció solo para que la atención a su pequeña que estaba enferma no se
entorpeciera.
Delia empezó a trabajar como costurera, arreglaba camisas, y
remendaba prendas, así fue ganándose la vida, y permitiendo que su hija tuviera
las tres comidas del día. Fue este proceso lo que la convirtió en una mujer guerrera,
luchadora, y capaz de ser madre y padre a la vez. Sabía que su esposo se había
marchado por persecución política, nunca dudó del amor que Gonzalo le tenía, ni
siquiera un poco; fue por eso que decidió ser apolítica, más nunca en su vida
fue a votar. Aunque detestaba la dictadura no aceptaba el insulto que la
democracia le hacía a ella y su familia. Delia se imaginaba una democracia
amable, amorosa y cariñosa, llena de ideas y propósitos claros para sus hijos,
fue todo lo contrario, el amor a ella se acabó.
Un cuñado llegó a visitarla, vivía en los andes. Era la
segunda vez que lo hacía, llegaba con regalos a la niña, y algunas cestas de
comida para ella, siempre se lo agradecía. Una tarde sentados en el patio de la
casa observando las gallinas caminar de un lado a otro Delia preguntó si no
sabía nada de su esposo.
-No sabemos nada de él- dijo su cuñado, mientras soplaba el
café y observaba las ondas chocar con el pocillo.
-¿Seguro que no sabes nada de él? Insistió Delia.
-No te voy a mentir cuñada, al saber algo te lo aviso.
-¿Y por qué sostienen tus pantalones la única correa de cuero
que él tenía? – expresó la mujer, segura de lo que decía.
-Cuñada las paredes hablan, no es momento apropiado para
hablar ese tema.
-O me dices o te denuncio por secuestro.
-¿Estás loca? Eres una mujer testaruda… bueno te contaré,
igual te iba dejar una carta al marchar.
El cuñado explicó lo ocurrido. Gonzalo fue advertido de que
su casa sería allanada, y que debía escapar cuanto antes, el plan era dos meses
pero la policía no paraba la búsqueda de adeptos o cercanos a la dictadura;
nunca entendió como él que vivía en un pueblo escondido que no aparecía ni en
los mapas era buscado por los líderes “democráticos” para ser encarcelado,
parecía una cacería de brujas. “Se refugió en los andes cuñada, debes partir en
dos semanas”. Delia sin mostrar ninguna sensación le dijo “En dos semanas no.
Esta misma noche nos vamos a los andes”.
Cuando llegó al pueblo que la acobijaría por siempre, observó
a lo lejos a su esposo en una bicicleta, vestido de blanco parecía un ángel
para ella cuando la luz del sol lo cobijaba. Ambos se abrazaron, él tomó en sus
brazos a la niña y todos comenzaron a llorar. Ella por la espera, él por la
duda y la niña por ser cargada por un desconocido hasta ese entonces para ella.”Te
dije que nos veríamos pronto mi amor”
dijo Gonzalo dándole un beso con aliento a divinidad.
Al final treinta años después la muerte pudo separarlos, ni
dictaduras, ni gobiernos democráticos, de derecha o izquierda pudieron
apartarlos. La divina providencia la bendijo con doce hijos, y más de cien
nietos y bisnietos. Aún permanece en un pueblo que no la vio nacer, pero la
recibió con un sol radiante y la tomó de sus brazos para limpiar las lágrimas
que no pudieron salir en dos años de separación. Delia fue una de muchas
mujeres que esperando una vida de
libertades plenas tuvo que vivir en las paredes de su hogar dos años de tortura
silenciosa. A 44 años de ese suceso perdonó, pero nunca olvidó.
Jamás había escuchado la palabra "acobijar". Pero conste que el relato me ha gustado.
ResponderEliminarMuchas gracias por la corrección, en ocasiones se saltan algunos errores que son descubiertos por ojos de águilas como los que usted posee. Mil gracias, de inmediato acomodo, saludos.
EliminarMe gustó mucho. No solté la lectura, muy fluido el texto y no me costó nada imaginarme las escenas, las personas... ¡Qué terrible opresión la que han sufrido nuestros pueblos, David!
ResponderEliminarSí amiga, es una escena tan común de la cultura Latinoamericana que da tanta tristeza. Me alegra que te guste Ines. Un abrazo, saludo a lo lejos.
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