Siempre he tenido mucho interés por la geografía, en especial
la descriptiva. Conocer más a fondo los países y territorios autónomos de nuestro contaminado planeta tierra ha sido
una pasión desde que era un niño, a ciencia cierta no sé por qué. Quizás en mi
otra vida fui geógrafo o exploré partes del mundo que eran desconocidas para
ese entonces, y habré pedido a la divina providencia antes de morir que en mi
próxima vida yo pudiera escribir, suena ilógico pero en este universo todo
puede suceder.
Habrán pasado diez años desde que supe por vez primera que
existía un país llamado Kiribati. Fue una tarde de domingo donde no tenía nada
que hacer y decidí hacer en mi cuarto (acompañado de varios afiches de
jugadores de fútbol y un ventilador que me regalaba más calor que frescura) la
elección de la bandera más hermosa del mundo. Tenía que elegir muchos criterios
para hacer creíble mi evento, donde yo era jurado, animador, y público. Me
prometí a mi mismo que sería legal al momento de decidir y que si Venezuela (mi
país) salía triunfador no sería por orgullo patrio, sino porque realmente se lo
merecía.
Dividí a los concursantes en cinco grupos, uno por cada continente.
África llevaba al concurso 53 participantes, América tenía puestas sus
esperanzas en 47 países, incluyendo los territorios de Groenlandia, las Antillas
Neerlandesas y Turcas y Caicos. Asia con 48 quería ser la sensación de la
tarde, Europa con 44 sería favorito pleno por ser Europa, y por último pero no
menos importante Oceanía que con 14 países no figuraba entre mis favoritos a
ganar. ¡Qué gran sorpresa me llevaría ese día!, 206 países o territorios autónomos
estaban en competencia.
El evento duró más de lo que yo esperaba, pasaron horas para
poder elegir las mejores banderas del mundo. Al final entraron cinco países por
continente, lo que cual generó muchas reacciones encontradas entre las barras (estaban
ubicadas en mi imaginación) que apoyaban a sus representantes. Solo
clasificarían uno por continente. Las páginas del libro de geografía eran
movidas de un lado a otro, trataba de buscar detalles que me dieran ideas de
quien podía ganar. Como ya anochecía le dije a mi alter ego que se debía elegir
la que más impacto tuviera en mi cerebro, por lo menos me obedeció. Seychelles,
Uruguay, Malaysia, Suecia y Kiribati eran los finalistas.
Ya de noche y sin mi alter ego (quien se fue molesto porque
Venezuela no clasificó) Kiribati obtuvo el título de la bandera más bella del
mundo, seguido por Seychelles, Uruguay, Malaysia y Suecia. Un concurso donde
los grandes del mundo no tuvieron brillo.
Ahora dejando a un lado las ideas locas de un niño aburrido
podemos observar lo que sucede en Kiribati con asombro, preocupación y
tristeza. Lo más lamentable es que los líderes mundiales parecen olvidarse de
las cien mil personas que habitan este lugar, quizás por razones económicas, de
liderazgo y dominio mundial.
Kiribati es un pequeño país de Oceanía al noreste de
Australia, es uno de los veinte países menos poblados y más pequeños del planeta.
Para orgullo de sus habitantes es el primer lugar del mundo en recibir el año
nuevo. Se independizaron de Gran Bretaña en 1979. Y según la ONU puede ser el
primer país en desaparecer de la tierra por los efectos del cambio climático.
Aunque suene espeluznante Kiribati no tiene posibilidades reales
de salvarse, el cambio climático ha hecho que el océano poco a poco se trague
su tierra, mientras los habitantes se preparan para lo peor, y su Presidente
prepara un éxodo en masa bien sea para Fiyi, o Australia. El agua salada
comienza a hacer contacto con las zonas agrícolas del país destruyendo todo a
su paso y algunos posos de agua dulce son tan salados como el sudor de sus
habitantes al saber que sus hijos y nietos quizás no hereden la tierra que los
vio nacer.
Lo más curioso es que las noticias del día a día son
problemas políticos, conflictos entre naciones, y otra parte se le distribuye a
un sinfín de banalerías que adornan nuestros periódicos, olvidando a una parte
de la población mundial que sufre por culpa de las atrocidades que día a día
hacemos; sin tomar conciencia que como causa y efecto se puede afectar a otros
por nuestras erradas decisiones. Un punto lógico es el lugar, mientras más lejos
esté de nuestro foco, no será noticioso para nosotros. Pero en Kiribati existen
valores noticiosos importantes: El desastre, la consecuencia, la novedad, y lo
inusual. Aún así para muchos ese país no existe.
¿Acaso tú sabías que Kiribati existía? Si tu respuesta es
negativa es entendible. El país oceánico no cuenta con recursos energéticos y
minerales de importancia para que los líderes del mundo tomen cartas en el
asunto para salvarlo. El gobierno ha pesando seriamente en el éxodo (como se
dijo anteriormente) pero también se intenta crear una plataforma gigante (como
las petrolíferas) o grandes muros de contención, pero no se sabe cuánto pueda
durar esto, la cultura de esa tierra puede ser borrada del mapa.
En el protocolo de Kioto se le pidió a las naciones
industrializadas reducir los altos índices de contaminación en un 75%, solo se
redujo un 8% y a duras penas. ¿Dónde quedó Kiribati? País que será el primero
en desaparecer pero no el último.
Mientras tanto en el mundo los de derecha e izquierda siguen
luchando por el domino del planeta, por la hegemonía económica mundial y por quien
es el más “macho” del barrio. Estados Unidos, Rusia, China, Alemania y ahora
Corea del Norte tienen sus pensamientos puestos en cómo destruir con armas
nucleares a los habitantes de la tierra, quizás luego de una posible guerra
(qué no se ve tan lejos como parece) sean por castigo divino los Kiribatianos
que pasen de ser de los primeros en desaparecer a los pocos en sobrevivir.
Ya que los jefes de estado que tenemos no sirven siquiera
para tomar medidas para salvar el planeta te invito a que cada vez que decidas
lanzar la basura por la ventanilla del carro, lanzar artefactos a los ríos (y usar cuanta cosas que
contaminan al mundo existan) entre otros, recuerdes a Kiribati. Un país que
obtuvo el premio a la bandera más hermosa del mundo (según las ideas no
convencionales de un niño) y que hoy mientras los demás lo observan en barcos y
seguros de su integridad, Kiribati nada en un océano sin salvavidas esperando
que la muerte llegue. Una muerte que está más cerca de lo que parece.
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