Los organizadores del evento colocaron las fotografías de las
candidatas en una cartelera informativa, muchos quedaron sorprendidos al ver a
Teresa (el nombre de la protagonista) entre las quince aspirantes a la corona.
Una mezcla de burlas, lástima y confusión envolvían a los estudiantes del
liceo. “Esa gorda está drogada” decía un joven mientras hacía mofa de cómo
caminaba Teresa.
Cuando llegó al liceo todo quedó en silencio, muchos la
miraban desde los pies a la cabeza. Como jurados calificadores comenzaban a
evaluar si tenía las capacidades para ser una reina, todos le daban puntajes
negativos. No tenía la estampa de Irene Sáez, Dayana Mendoza, mucho menos a la
actual Miss Universo María Gabriela Isler. Su amigo muy emocionado se acercó y
le preguntó qué la había motivado a ser candidata “Quiero demostrarle a todos
que el ser gorda no es un impedimento para ser reina” dijo ella con mucha
seguridad, aunque por dentro estaba devastada de ver la actitud silenciosa que
todos tomaban hacia ella. Comenzaba una guerra cruel en su contra.
El primer ensayo había llegado, chicas seguras de su belleza
hacían acto de presencia, parecía que todos tuvieran medidas perfectas. Cuando
Teresa llegó la gran mayoría se despreocupó, ella no era competencia para la
corona, muchas susurraban qué hacía ella en ese lugar, una joven desconocida la
llamó, ambas se saludaron y empezaron a conversar. Los organizadores llegaron y
dejaron las reglas claras sobre la mesa “Las cinco mejores serán parte del
cuadro de honor” informaron que los ensayos serían después de clases todos los
días y dejaron una última acotación antes de comenzar la preparación “Ninguna
es amiga de nadie, todas vienen a competir… no se confíen, cualquiera puede
ganar” las últimas palabras si preocupaban a las ya auto favoritas y hacían en
Teresa sentir esperanza de que por lo menos ganaría la que mejor lo hiciera, no
la que más tuviera. Si era por eso ella podía estar en competencia.
-¿Cómo te llamas? –le preguntó el líder de los organizadores.
-Me llamo Teresa- contestó con la cabeza en el piso.
-Levanta tu cara niña, eso es señal de inseguridad y aquí
todas son iguales a ti.
-¿Iguales? Ella es la única ballena en el grupo – dijo la
gran favorita, en cadena todas empezaron a reírse.
-¡Silencio! No toleraré insultos, quitaremos puntos si siguen
actitudes discriminatorias como esas-
dijo molesto el organizador, el silencio volvió de nuevo a la sala- ¿Por qué
decidiste concursar, sabiendo que no
eres la “típica” aspirante a una corona de belleza?- esperando una respuesta
clara de Teresa todos prestaron atención.
-Porque la belleza es relativa, yo me considero hermosa,
nadie puede decirme que no. Los estándares de belleza varían en cualquier parte
del mundo. Puedo entender que en Venezuela se maneja de una manera distinta,
pero una vez Osmel Sousa lo dijo: “Belleza mata actitud” dejaré mi vida en el
escenario aunque sea la más gorda de las participantes.
El organizador alabó su respuesta y les aseguró a todas las
candidatas que ganaría la que mejor respondiera, ya la gorda no era una burla,
era competencia y eso lo sabían las demás competidoras, quienes quedaron a
verse en el receso para idear un plan. Teresa por su parte marchó a su hogar
para anunciarles a sus padres su decisión.
Sus padres no caían del asombro, nunca esperaron que entre
los sueños de su hermosa niña estuviera ser reina, quizás doctora o ingeniera
pero nunca una portadora de la belleza. Su madre la escuchó con detenimiento y
con calma fue preguntado el por qué quiso participar. “Ustedes siempre me han
dicho que soy bella ¿Qué puede impedirme no competir?” dijo Teresa a sus
padres, quienes mirándose a la cara llegaron a la conclusión de que apoyarían a
su hija en todo. Su madre sentía más preocupación, de joven tuvo la misma idea
pero las consecuencias fueron catastróficas, a parte de la burla y el
señalamiento ni quisiera logró realizar un buen papel, le metieron el pie en la
ronda de traje de noche y ahí acabó todo, avergonzada no salió más al escenario.
No quería que ocurriera lo mismo con su hija, buscaría el vestido más caro de
todos costara lo que costara, ella que como millones de mujeres venezolanas era
amante a los concursos de belleza y sería capaz de vender el alma al diablo para
que su hija por lo menos hiciera un buen papel. Luego entró en razón y recordó
que su santo favorito le cumplía todos sus deseos, era mejor estar con el bien
que con el mal.
Los ensayos eran muy fuertes, pero para Teresa eran
necesarios, poco a poco comenzó a dominar los tacones, y caminar en forma de tijera
se le hizo fácil, el quiebre de la cintura de un lado para otro, los
movimientos en su rostro, las miradas y la sonrisa congelada comenzaban a ser
parte de ella, y eso le gustaba. El organizador la nombró como una de las cinco
candidatas más disciplinadas del concurso y en otro ocasión dijo que era una de las posibles diez semifinalistas, esto
no la emocionaba. Ella quería llegar a las finales no quedarse en las
semifinales. Las demás candidatas tenían un plan para acabar con su sueño “Ningún
rinoceronte nos arruinará el sueño de ser reinas” dijo la más popular, una
rubia espigada, que debía llevar la cruz de ser reina de belleza por obligación
de su madre, una “miss” frustrada cuando que dejó a un lado su sueño al quedar
embarazada.
No pasó mucho tiempo para que la atacaran de la manera más
baja. Tres días después el liceo amaneció forrado de imágenes que intentaban
desprestigiar a la joven. Una vaca teniendo sexo con un toro, y en la cara del
animal el rostro de Teresa, en la parte de abajo unas letras que decían
exactamente “¿Es esta la reina que queremos? Muchos se burlaban, de lo
ocurrido. El mejor amigo de la joven al notar lo ocurrido marchó a su casa para
decirle que no fuera ese día al colegio, por desgracia Teresa se encontraba a
solo unas cuadras de la casa de estudio. Al final fracasaron todos sus intentos
“Tengo examen, no puedo faltar” le dijo la joven, su llegada era una bomba de
tiempo.
La humillación encendió de nuevo su letrero, muchos la
señalaban, se burlaban, le hacían muecas y mofas, una joven le mostró la imagen
y al verla se desmoronó. Su cabeza daba vueltas de un lugar a otro, era una
locura lo que estaba ocurriendo, ¿Qué culpa debía pagar? ¿Por qué le ocurría
esto a ella? Era una joven silenciosa, tranquila que no tenía problemas con
nadie, y siempre estaba a la orden (aunque nunca la necesitaran) para que lo
fuera. Corrió hasta su casa, el camino se hacía largo y lleno de obstáculos,
recordaba las risas burlonas de decenas de estudiantes que estaban en el lugar
sentía que era apuñalada cada vez que lo imaginaba, se sentía sola, ahogada,
mientras sus lágrimas corrían, su cabello se movía de un lugar a otro. Teresa
era una nueva víctima del Bullying, una práctica que estaba convirtiendo en
algo común en todo el continente con la excusa vacía de que “Los jóvenes son
así” o frases como “Es un patrón común en la juventud, todos debemos pasarlo”.
Teresa era una de miles de víctimas de un patrón que podía ser mortal para
ella, su único crimen era ser obesa, sus compañeros la juzgaban por eso. Quería
lanzarse a un vacío y olvidar todo lo ocurrido, recordó que su madre tenía un
par de pastillas en el baño. Quería silenciar su vida para acabar con el
tortuoso calvario que le había tocado “En el otro mundo estaré mejor quizás
allá me quieran más por lo que soy” pensó. Ya en su casa fue al baño y
consiguió el frasco de medicamentos. En sus manos estaba una de las decisiones
más importantes de su vida.
Comentarios
Publicar un comentario