Aunque nadie lo sabía él seguía jugando con carros y juguetes
de acción. Todas las tardes en su cuarto sin nadie que lo criticara construía
un mundo de imaginación, donde sus muñecos algo deteriorados por el paso del
tiempo salvaban el mundo, teniendo como soporte sus manos. Carlos tenía trece
años.
Parecía que se quedaba muy atrás de la carrera juvenil, sus
amigos comenzaban a ganar ventaja en el nuevo mundo adolescente, donde él no
encajaba aún, y el miedo a lo nuevo le aterraba. Sus amigos contaban
fascinantes historias sobre besar mujeres, estar enamorados en unas horas y
decir “te amo” en cuatro días. Iban más allá cuando explicaban que mientras
movían con rapidez el miembro que les colgaba en la parte de abajo, un extraño
líquido viscoso aparecía esparciéndose por todo el cuarto; como todos unos
eruditos analizaban lo ocurrido, pero Carlos solo guardaba silencio. Una
pregunta algo incómoda que le hizo sentir que era lanzado desde el cielo a un jardín de
cactus lo hizo entrar razón “Carlos ¿Tú has besado a una mujer?” el sonido de
los grillos apareció cuando no pudo responder, el silencio le aseguró a todos
que él aún seguía siendo un niño.
Carlos se sentía descubierto, y eso lo avergonzaba, sentía
que ya todos sabían que nunca había besado a una mujer, que los retratos de
jugadores de fútbol que colgaba en su pared le contaron a los ubicados en los
cuartos de sus amigos que él seguía jugando con carros y muñecos de acción. No
quería mirar para los lados, y necesitaba saber con desesperación que sentía
besar, de lo contrario estaría marcado de por vida ante los ojos de sus
compañeros, eruditos en cuestiones del amor.
Ya de noche en su casa buscó una bolsa negra y guardó todos
sus juguetes, el capitán Francés su muñeco favorito, quien ganó todas las
guerras y batallas jugadas y en quien el mundo confió fue el primero en ser
guardado. Los carros y demás artefactos de juego siguieron en fila, luego lanzó
la bolsa a la fosa oscura que había debajo de su cama, sería su último día como
niño. Comenzó a explorar su cuerpo, tocó sus partes íntimas, su compañero de
por vida no se despertaba y eso lo asustaba, en su mente seguía pensando en los
juguetes. Al amanecer buscaría la ayuda de
la única chica capaz de acabar con sus penas, la que era considerada una
experta en situaciones indecentes, la que ayudaba a todos a besar, Valentina la
indomable. Cerró los ojos y esperó con ansias que la claridad del sol llegara a
su cara para ir corriendo al encuentro de su virtual maestra de juventud.
Valentina era considerada por muchos como la más indecente de
la escuela, siempre con una chupeta roja en sus labios sonreía con picardía a
los demás. Su madre no dejaba que ella se pintara los labios, así que la
golosina le servía como lápiz labial, era el gancho para encantar a los niños
del lugar y eso era de respetar. Se convirtió en el sinónimo de indecencia
cuando una tarde fue descubierta besándose con un adolescente de su edad, todo
marchaba bien para los curiosos que merodeaban tras la puerta, hasta que el
joven tocó una de sus nalgas cuadradas y ella no opuso resistencia. Desde ese
día perdió el respeto de sus amigas quienes horrorizadas por lo ocurrido
comenzaron a regar el rumor de salón en salón, en cambio los chicos veían en
ella una oportunidad de oro para que la curiosidad desapareciera en los labios
carnosos que la acompañaban.“Quiero que me enseñes a besar” le dijo muy seguro Carlos a la adolescente.
Ella con detenimiento lo observó de arriba para abajo y de izquierda a derecha,
tomó el rostro del niño con sus manos y lo movía de un lugar a otro, luego de
un riguroso análisis ya tenía clara su respuesta “Por ser tan lindo solo te
pediré que me compres una chupeta roja” Carlos aceptó. Quedaron en verse a la
tarde en uno de los salones olvidados del colegio, donde muchos aseguraban
aparecía la llorona y fantasmas a llevar a los curiosos al más allá.
Al llegar la hora subió las escaleras del colegio y se fue
acercando al lugar de la cita, miraba para los lados y seguía su andar. Cuando
abrió la puerta ya Valentina lo esperaba sentada en la mesa de madera del
profesor. “¿Trajiste lo que te dije?” preguntó ella esperando una respuesta positiva,
él asintió con la cabeza y se la entregó de inmediato.
Ella le pidió que dejara los nervios, que los percibía sin
que él lo notara. Lo invitó a que se acercara a su lado, “Yo no muerdo, ven
para acá”. Sin darse cuenta, Carlos comenzó a contarle cosas de su vida, lo que
le estaba ocurriendo y ella sin decir una palabra lo escuchaba, hasta que lo
tomó de sus manos lo miró a los ojos y dijo sonriente “llegó la hora”.
El terror se apoderó de él, pero respiró hondo, recordó cómo
se besaban los protagonistas en las telenovelas que veía junto a su madre y
entendió que el primer paso era cerrar los ojos, cosas que hizo de inmediato.
Abrió su boca y se acercó a Valentina quien introdujo su lengua y la movía de
un lado a otro, era lo único que él sabía hacer, lo demás fue improvisación.
Carlos quería devorarla, abrió su boca como un tiburón cuando encuentra a su
presa y la llenó de saliva, ella se detuvo, paró el acto y dijo “La
cosa es más grave de lo que imaginé”, él agachó la cabeza, estaba pálido, el
sabor de la lengua de la joven no se le quitaba del paladar y luego de esas
palabras se sentía más que humillado. Cuando se disponía a marchar ella lo
atajó, abrió la chupeta y comenzó a chuparla, le pidió a él que hiciera lo
mismo. “Así como chupas esa chupeta, harás lo mismo conmigo, imaginando que mi
boca es ella”. Eso le parecía muy fácil a Carlos, ya en la segunda oportunidad
hizo lo que dijo Valentina, y funcionó; luego se dejó llevar por ella, le
gustaba tanto besar que no quería parar, se sentía orgulloso y creía que ya no
era un niño, era un hombre de verdad.
Cuando contó a sus amigos que ya había besado a una mujer
todos celebraron en conjunto, se sentía parte del grupo, la aceptación social
era muy importante para Carlos, quien creía que debía ir un paso adelante que
sus amigos. Con los años Valentina fue su gran amiga, la mujer con quien
compartía intimidad. Fue con ella que perdió su virginidad, su pañuelo de
lágrimas cuando el despechó llegó a su vida, su primera mujer, su mejor amiga.
A muchos años de lo ocurrido Carlos sigue frecuentando a Valentina, ambos están
casados, pero no olvidan lo ocurrido, siempre que lo recuerdan la risa se apodera
de ellos, cuando el niño que no sabía besar probó los labios de una mujer y
creyó que era un adolescente de verdad.
Preciosa historia, conmovedora y adolescentemente excitante, felicidades David, me gusta como escribes!
ResponderEliminarMe alegra que te guste Juan Carlos, muchas gracias por tus palabras. Saludos.
EliminarEys David Rojo, muy bien, no? Eres resuelto, ágil, ligero y al grano para contar la historia de la primera vez. Estilo tienes, decidido a llegar lejos. Me agradan los jóvenes con ganas de querer triunfar y tú puedes. Enhorabuena por ese chorro de trofeos en tan solo unos días. Como lo digo en mi entrada, un premio siempre estimula y te tensiona para mejorar. Amén de la obligación que todos los que escribimos tenemos con el cambio, para conseguir un mundo mejor.
ResponderEliminarMil gracias Ildefonso por tan gratas palabras. De verdad me anima que le gusten mis historias, mil gracias, me motiva a seguir creyendo.
EliminarSaludos y abrazos.
Tierna historia David, escribes fenomenal, besos
ResponderEliminarGracias Erika, me alegra que te guste. Saludos.
EliminarValentina la indomable. Un relato ligero con aroma de adolescencia.
ResponderEliminarEstás en lo correcto. Saludos Martha
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