Sería su
primera presentación. Aún creía en Dios, mirando al cielo dio las gracias y
limpiando algunas lágrimas recordó lo difícil que había sido estar ahí. Minutos
antes notó que los asientos de sus familiares estaban vacíos, era algo que
suponía podía pasar.
De niño
siempre fue distinto, la soledad era su mejor compañía, el silencio su mejor
decisión, solo reía en ocasiones para complacer a su papá, quien se creía un
comediante de primera, para no herirlo sonría de la boca para afuera. Manuel
sabía que estaba destinado para cosas grandes, nunca lo dudó, ni en los momentos
más humillantes lo imaginó. Hoy debía salir a escena convertido en todo un
artista. El maquillaje la peluca y el tacón no le impedirían ser menos hombre
que los borrachos presentes, siempre se sintió un caballero, era hora de
demostrarlo.
Unos
aplausos por decencia lo recibieron. La música comenzó a sonar y Manuel se
creyó el papel, imitaba a su artista preferida de una manera distinta. El movimiento
de sus labios hacían creer a los presentes que era él quien cantaba,
rápidamente algunos entraban en razón y sabían que era solo imitación cuando
observaban con detenimiento sus manos ásperas y la nuez de Adán, que junto a
sus pies daban indicios de que esa artista no era real. Caminado de un lado a
otro sintió que el escenario era suyo, sonreía, señalaba a algunos hombres de
lugar cuando la letra de la canción hacía referencia a la infidelidad. Los chiflidos
y burlas al borracho seleccionado por la artista caricaturizaban el momento.
Para Manuel era normal, desde niño estuvo acostumbrado a situaciones como esas.
Pequeño
observaba por televisión a mujeres con
cuerpo de diosas y una banda que identificaban de donde eran, de un lado a otro
caminaba por el escenario mientras el público las aplaudía y con euforia
gritaban sus nombres. Al momento de la coronación su piel se erizaba, él quería
en silencio ser parte de eso, a escondidas, donde nadie supiera cual sería el
resultado de los jueces imaginarios del concurso donde iba a participar. El baño
de su casa era el escenario perfecto, no hacía falta cerrar los ojos para que
su imaginación comenzara a volar. Manuel era la candidata favorita, sonreía de
un lado a otro, y sin dudas tenía la corona asegurada, cuando su madre entró al
baño por equivocación y notó lo que ocurría el evento imaginario fue
interrumpido abruptamente por una golpiza tan fuerte que dejó marcas en su
débil cuerpo por meses. “¿Acaso eres maricón?” decía la madre preocupada por lo
ocurrido, sentía que era una profecía lo que estaba viendo; sólo pensaba en la
burla social que sería tener un hijo homosexual en la familia. La frase que su
madre lanzaba furiosa y nerviosa sobre él sería la primera de millares que
escucharía sobre su condición. En un principio sufrió, luego con el pasar del
tiempo restó importancia, lo más importante para Manuel era salir de esa olla
de presión, de ese closet que lo oprimía.
Y así fue,
una tarde llamó a sus padres y dijo lo que sentía. Para su madre que se cayera
el salero a tempranas horas de la mañana mientras preparaba el desayuno era un
mal augurio; no estaba equivocada, sus predicciones eran ciertas. Su padre se
limitó a guardar silencio, que al otro día se convirtieron en golpes, insultos
y humillaciones. Ya habían pasado años desde aquel momento, todos se
resignaron.
Manuel
culminaba su espectáculo con muchos aplausos, era su primera vez, el sueño de
ser una mujer (a medias) comenzaba a hacerse realidad. Los aplausos escondían
las heridas del pasado y abrían un espejismo de felicidad para él, ser invitado
a ese bar era el primer escalón que debía pasar para llegar al reconocimiento
social que siempre deseaba.
Se
sentía en la cúspide, sin darse cuenta que para muchos era un chiste, una
burla, un actor. Él restaba importancia a eso, y solo se queda con lo bueno,
con los aplausos y algunas felicitaciones que había recibido. Al salir del bar
un amigo de la infancia le contó que su madre se había asomado a lo lejos para
verlo. “se sentía orgullosa de ti” le dijo el joven de pelo rebelde a Manuel,
solo se limitó a sonreír. Luego entendió que no era fácil usar tacones en un
pueblo andino venezolano, cinco años antes de que llegara el nuevo milenio.
Se quitó los
tacones, el maquillaje y peluca y así emprendió el viaje de regreso a su casa,
siendo solo testigos los cañaverales que estaban a su izquierda y algunos
perros callejeros que como buenos caballeros lo acompañaban por el camino. Miró
al cielo y dio gracias a su Dios, uno que era muy distinto al Dios vengativo y
lleno de ira de sus padres y todos aquellos vecinos que por mucho tiempo lo
humillaban y criticaban.
El titulo ya antecede una historia provocadora, seductoras para ser leída, Me agrada Manuel, no es fácil vivir en un mundo donde ser diferente implica humillación, burlas, golpes, señas, discriminación, etc. Es una historia de muchos, difícil pero cierta, dura pero real, buena simplemente.
ResponderEliminarManuel es "el sueño" que cada uno lleva en la cabeza. Una historia muy triste, pero cierta. En él se esconden todos los errores de nuestra cultura. Es (de cierto modo) mi historia y la de muchos.
EliminarMe alegra que te guste, es por cierto una de las más leídas del blog.
Saludos, un abrazo a lo lejos.
Te entiendo...
EliminarSaludos igualmente
Una buena historia la de Manuel, una prosa amena, saludos
ResponderEliminarGracias amiga, saludos.
EliminarEl Manuel de la historia es un Manuel resiliente, que sufre, pero que también vibra y se mantiene en pie. Un Manuel con un sueño que otros tienen garantizado. Un Manuel que perdona. Un Manuel que sabe lo quiere...
ResponderEliminarDavid, es curioso, pero ésta es la segunda historia tuya que me recuerda a una canción. En este caso una canción de Los Tres llamada "Traje desastre". Te mandaré un link más tarde.
deberías pasarmela, para la próxima haré una historia con sabor a canción. Saludos.
EliminarBuena historia David. El mensaje llega y se transita por ella con fluidez. A mi también me ha recordado a una canción, en este caso de Tam Tam Go. Te dejo el enlace. http://youtu.be/ZG14f4Bxsfo
ResponderEliminarAbrazos, compañero.
Bienvenidio compañero a mi humilde suburbio.
ResponderEliminarVí el video y realmente existe mucho parecido. Puedo decir (si es que existe) que fue una inspiración post-escribir, Existe tanto parecido entre Manuel Raquel y el Manuel de los andes venezolanos, que tratar de diferenciarlos sería un error, al fin y al cabo es el mismo mensaje.
Saludos a lo lejos.
Primo, me encanto.. tienes potencial. Felicitaciones!!
ResponderEliminarPrima bella,bienvenida a mi Refugio. Gracias por tomarte el tiempo de leer, saludos.
EliminarMe gustó mucho el cuento y el titulo es muy revelador. Felicidades.
ResponderEliminarDe verdad me alegra mucho que te guste. Saludos.
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