La costumbre
estaba en su contra. La regla tácita familiar transmitida de generación a
generación era cocinar sopa de caraotas con arroz los martes, era domingo. Sus
ancestros estarían revolcándose en las pailas del infierno.
El aroma de
café se impregnó en el lugar, de cuarto en cuarto iba despertando a los
miembros de la familia, a diario esto ocurría. Solo su hija se levantó, al
asomarse a la habitación del varón notó que éste no había llegado. Improperios
salieron de su boca mientras buscando la escoba comenzaba su faena diaria, que
no respetaba siquiera que ese día era el día de las madres.
“Las malas
noticias son las primeras en llegar, ese seguro anda de parranda” decía la
madre a su hija, a quien el disgusto no le cambiaba la cara. “No respeta ni
siquiera que hoy es día de descanso” pensaba, comenzó a limpiar la casa para
recibir a sus familiares más cercanos. Ese día la familia se reuniría para
celebrar en unión un momento emotivo que debe celebrarse todo el año, pero que
por motivos de mercadeo quedó regalado al segundo domingo de mayo.
Tomó una
ducha, borró la cara de rabia y sonrió cuando recordó los tropiezos que tuvo
que llevar cuando anunció a su familia que estaba embarazada. Era madre
soltera, la carga fue doble; sin embargo supo llevarlo con el mayor silencio
sin mostrarse como una heroína ante la sociedad. “Si usted fue madura para
acostarse con un hombre mija, hágase cargo de esa barriga” le dijo su madre una
tarde para asegurar que a la tercera hija de su matrimonio no se le ocurriera
la idea de abortar. Nueve meses después tenía su primer hijo. Hace 23 abriles
ocurrió ese milagro de la vida. Recordó que el su hijo mayor no llegaba y pensó
en buscarlo por el barrio, tarde o temprano lo encontraría. Al terminar de
bañarse buscó un palo de madera, se hizo una cola templada. Un hombre la frenó
con cara fúnebre para darle una noticia que no esperaba como regalo de día de
las madres “Comadre le mataron al muchacho”.
Esa cosa de
la inseguridad ella pensaba que no le pasaría jamás. En ocasiones había sido
objeto del hampa, despojada de algunas pertenecías, pero sólo eso, ya estaba
acostumbrada. Perder a un hijo en un día tan emotivo y por unos antisociales comenzaba
a poner su cabeza como una montaña rusa. Los gritos, el desespero, la
impotencia y el dolor se apoderaron de ella. “Quiero verlo… ¿Dónde está?” su
compadre solo se limitó a guardar silencio y llevarla. Tres cuadras más arriba
de su hogar yacía tirado en un pozo de sangre su primogénito.
Toda llena
de sangre recordaba la niñez de su hijo, su primera fiebre, el cambio de
pañales, su primera sopa de caraotas, su bautizo y primer cumpleaños. Vivían en
una casa humilde donde nunca faltaba la comida, el amor llegaba en ocasiones y
otras se marchaba. Ella no sabía que ocurría y por qué lo habían matado. Luego
de saber la historia se negó a creerla. Su “bebé” era inocente y nadie le
sacaría esa idea de la cabeza.
Al llegar a
su hogar todo estaba preparado para el velorio, las sillas plásticas, el café,
las galletas y algunos cigarrillos serían el aperitivo para los asistentes.
Tres mujeres con velo negro se ofrecieron a rezar, ella no opuso resistencia.
Preguntó a
su hermana por las caraotas y está le contestó que “Se habían quemado” luego
pidió disculpas al cielo por haber hecho caraotas un día que no debía, más
nunca lo volvería a hacer. “Las tradiciones se debían cumplir a cabalidad en su
hogar”. Decía esto antes de ser sedada y dormir por un largo rato. Mientras
cerraba los ojos observó a su hija menor quien la abrazó envuelta en un mar de
lágrimas y con los ojos rojos le dijo muy despacito al oído “Mamá: ¡Feliz día
de las madres!” Palabras que bastaron para que esa mujer despertara algo
calmada al otro día a enterrar a su hijo en el cementerio municipal. Y llevarlo
a las estadísticas no oficiales, donde él era el 21.350 de 25.000 homicidios que
ese año ocurrieron en su país, Venezuela.
Impresionante historia muy bien contada.
ResponderEliminarGracias Estela. Un abrazo para ti.
Eliminar¡Qué excelente relato!, pero qué abominable realidad. El penúltimo párrafo me recuerda a una canción muy linda de George Michael llamada "You have been loved", que es sobre una madre y la pérdida de su hijo ya adulto.
ResponderEliminarAsí Inés, tarde pero seguro. Un abrazo para ti.
EliminarEl peor "regalo" para una madre, una historia triste, me atrapaste de nuevo David
ResponderEliminarGracias Alejandra, un abrazo para ti.
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