“¿Crees que es una decisión correcta?” dijo una voz conocida
para ella, al mover sus ojos descubrió que era la chica que la había saludado
en el primer ensayo, se llamaba Andrea. Algo avergonzada y con los ojos aún
llenos de lágrimas Teresa lanzó a un lado el frasco lleno de medicamentos, esto
hizo que la chica pudiera entrar en confianza a su cuarto, era la primera vez
que lo hacía. Daba gracias a Dios por llegar a tiempo.
Andrea con cautela y calma hizo que Teresa sintiera confianza
y seguridad ante su presencia. Ella contó su historia que no era nada
alentadora tampoco.
-Mi sobrepeso era más alto que el tuyo, huía de cualquier
lugar, siempre cambié de liceo. Las burlas eran fuertes, no sabía qué hacer.
Superé todo eso, e incluso baje de peso, no por darle gusto a los demás, fue
por salud, me detectaron diabetes- dijo la joven mientras tomaba las manos de
Teresa.
-¿Cómo sabias que me auto medicaría?- preguntó intrigada la joven.
-Yo también intenté hacerlo, no hubo nadie que me dijera que
no, me quedé dormida de tanto llorar, fue cuando descubrí que no tenía sentido
tentar contra mi vida. Además te seguí hasta aquí y te grité en varias
ocasiones pero nunca te detuviste.
-Lo más difícil de todo esto, es que debo sufrir en silencio,
me siento ahogada, un nudo en mi garganta no me deja respirar. Siento terror de
ir al liceo, me siento poca cosa a lado de ellos.
-No puedes quedarte callada Teresa, no tiene sentido.
Entiendo lo doloroso que debe ser para ti ser juzgada y criticada por cosas
tontas como esas. Debes decirles a tus padres lo que está ocurriendo, al igual
que los profesores, no te quedes callada. Aquí tienes una amiga con quien
puedes contar, y una confidente. A cualquier hora estaré disponible para ti.
-No veo conveniente decirles, la burla sería peor si mis
padres fueran a defenderme en el liceo.
-Pero es que tus agresores necesitan ayuda psicológica, lo
que te están haciendo es un delito. Las autoridades deben saberlo, debes
cooperar.
-¿Tú hiciste eso?
-Por supuesto, y estaba como tú, indecisa, nerviosa,
pero mi vida era más importante y si era
por burlas ya había recibido muchas en esta vida. Me armé de valor y le dije a
mi madre, ella fue a mi colegio y todo cambió.
-Tengo que pensarlo.
-Puedo respetar eso, solo prométeme algo.
-¿Qué cosa?
-Júrame que más nunca intentarás hacer una locura como esta.
Si necesitas desahogarte llámame. Y espero que una amistad maravillosa pueda
salir de esta situación –Andrea abrazó a Teresa, ésta comenzó a llorar de
nuevo.
-Te lo prometo, gracias, nadie había hecho un gesto tan
bonito en mi vida. Te debo todo.
-Tranquila, que salvarle la vida a la próxima reina del
liceo, me llena de orgullo.
-Daré lo mejor de mí.
-Así se habla.
Teresa quiso guardar por un tiempo lo ocurrido, la fuerza que
le dio Andrea (una desconocida para ella) le aseguraba que existían personas
buenas en el mundo, y mucho mejor, gente que la apreciaba más allá de sus
apariencias. Ese día escribió con voracidad, su diario se llenó de muchas
palabras, que aparecían velozmente como un tornado, un tornado de ideas para
lograr obtener el triunfo. Supo que lo ocurrido era un acto de las “populares”,
comenzó a oler el miedo que sentían por ella.
Al otro día se levantó más temprano de lo debido, casi
arrodillada llegó al baño, tomó una ducha y partió en toalla de inmediato al
tocador. Quería causar una sorpresa agradable a todos los que la vieran, su
autoestima estaría por el cielo ese día. Acomodó su uniforme más de lo normal,
arregló sus cabellos, limpió sus zapatos, y retocó su cara con maquillaje, esto
gracias a las clases que había aprendido en los ensayos previos al concurso de
belleza. El espejo le regalaba una estampa muy poca conocida. Era hermosa por
dentro, pero por fuera (por lo menos ese día) con seguridad todos podían
asegurar que era cierto.
Y así fue, muchos quedaron sorprendidos con el cambio de
imagen de Teresa, por vez primera sintió que no era detallada por las miradas
inquisidoras de los presentes. Su cambio generó sorpresa entre los presentes, y
muchos olvidaron que al otro día habían humillado a la “gorda del liceo”, en ese
momento ella se transformó en un perfecto y esbelto cisne.
Andrea no podía creer lo que veía y llena de alegría la
abrazó, su amigo el ratón de biblioteca también quiso hacerlo pero se detuvo
porque no lo vio prudente. Una sonrisa apareció en su rostro luego de mucho
tiempo y a las personas que la apreciaban eso les alegraba.
Su madre apresuró la compra del vestido, en compañía de sus
amigos fue a medírselos, de todo tipo, de distintos colores, para niñas,
jóvenes y abuelas. Centenares de vestidos pasaron por su cuerpo, hasta que ya
cansados todos quedaron atónitos al verla salir del vestidor. Vestida de azul
con centenares de cristales, un vestido maga larga casi parecido al de la
actual Miss Universo. “Ese vestido da suerte” dijo su amigo, ella emocionada
sonrío. Caminaron adelante para no ver la cara que pondría su madre al saber el
precio. Tuvo que salir de la tienda tomada de la mano de su esposo, el precio
era elevado, pero lo suficientemente hermoso para que su hija se luciera esa
noche.
Los ensayos daban frutos muy aceleradamente, centrada en su
meta siguió perfeccionando el arte de la pasarela y la pose. De ser la odiaba y
burlada del liceo se convirtió para muchos en una heroína poco convencional en
un mundo donde las diferencias no son agradables para algunos. Las pancartas
volvieron a aparecer, pero esta vez de apoyo y buenos deseos para la “candidata
de los oprimidos” Teresa sorprendida y acongojada no podía creer lo que sus
ojos veían. Tenía otra motivación para luchar por el triunfo.
El día del concurso había llegado. Sus padres la levantaron
con pitos y matracas, lanzaron papelillos sobre su cama, era un día especial
para la familia. “Soberana despiértese, tenemos que ir a la peluquería”.
Estirándose Teresa lentamente se fue levantado. Al verse en el espejo la
primera sonrisa del día aparecía, sentía que era bueno, no podía creer que
había llegado tan lejos. Ser reina del liceo era la meta ese día.
Ya en la peluquería, el maquillador sacó un largo estuche con
infinidades de colores empastados para que luciera bella. Base para maquillaje,
colorete, sombras, delineador, pintura labial entre otros, pasaron por su
rostro. Se limitaba a cerrar y abrir los ojos cada vez que el profesional en la
materia se lo pidiera. Una chica acomodaba su cabello, debía aguantar los
estragos del tiempo, todos esperaban que así fuera. “Puedes abrir los ojos, ¡quedaste
hermosa!” dijo el maquillador orgulloso de su trabajo. Teresa los abrió y al
observar el trabajo en su rostro, se sintió como una reina de belleza, entendió
los trucos que existían para resaltar en escena y pudo entender que cualquiera
podía ser hermosa con la ayuda del maquillaje. Quiso llorar de la emoción, pero
él profesional se lo negó “Dañarás el trabajo, guarda esas lágrimas para el
momento en que seas corona” ella sonrió. Agradeció al maquillador y marchó de
inmediato al liceo.
El auditorio de la casa de estudio estaba repleto, no cabían
más almas en el lugar. Gritos aplausos, y emociones se unían para recrear una
típica final de concurso de belleza en la nación de Bolívar. En los camerinos
se escuchaba que el nombre de Teresa era coreado por gran cantidad de personas.
Su madre trajo el vestido y le dio la noticia de que muchas personas le hacían
barra, “es una de las más numerosas” dijo. Andrea llego al lugar con su madre y
el vestido, se saludaron y se sentaron a esperar a las demás. El calor era insoportable,
las candidatas se empezaban a quejar por el retraso, las “auto favoritas” no
habían llegado aún. Una hora después llegaron rodeada de muchas personas a su
alrededor, la laca penetraba en el cabello, el olor en la nariz de los
presentes. Teresa y Andrea reconocieron que estaban hermosas sus competidoras. “La
pelea es peleando Teresa, no nos podemos desanimar” le dijo a su nuevo amiga
dándole un abrazo. Una hermosa amistad se edificaba bajo los cimientos de la
humildad, fuese cual fuese el resultado se llevaban el grato recuerdo de
haberse conocido. El organizador las llamó a todas a ponerse en fila, el
animador anunciaba la bienvenida de las aspirantes a la corona, el auditorio se
iba desplomar de tantos gritos y aplausos. Llegaba el momento de la verdad, se persigno
y observando el recinto repleto de personas sintió nervios, no dejó de sonreír.
Estaba a pocos pasos de la corona, en ese momento solo el destino sabía lo que
podía suceder.
Comentarios
Publicar un comentario