A pasos
lentos pero con agitación, Delores caminaba de un lugar a otro buscando el
vestido que esa noche debía lucir como no lo había hecho antes. Sería uno de
los momentos más emotivos de su vida, nunca imaginó el impacto mundial que ese
gesto admirable causaría.
Un hermoso y
largo vestido azul con brillantes cubrirían su cuerpo, mientras su bastón la
ayudaría a transitar ese lugar algo extraño para ella, pero que tiempo atrás
pudo ser muy común. Casi nueve décadas no pasaban en vano, pero no le hacían
bajar la guardia. La vida le daba otra oportunidad, una que podía ser con toda
certeza la última, debía sentirse bendecida, ella lo sabía, no se acostaría
antes de las nueve como siempre lo hacía.
No sentía
nervios, en absoluto, no le preocupaba como la verían los demás, lo único que
quería era aguantar lo suficiente para que la velada fuera perfecta, y no
incomodar a su acompañante, un hombre que ella conocía, más de medio siglo menor que ella, pero un caballero sin capa y
escudo que solo vienen a este mundo en cajitas de edición especial.
El cielo de
Ohio (Estados Unidos) era el complemento perfecto cuando su acompañante en el
baile de graduación se tomó el atrevimiento de dedicarle una canción minutos
antes de salir, ambos estaban sentados. Delores observaba con tranquilidad y
cariño como el joven en perfecta concordancia cantaba y movía sus dedos para
que las notas musicales no desafinaran, parecía irreal que una mujer como ella
tuviera esa oportunidad. Familiares y
una tarde tranquila fueron testigos cuando recibió del caballero un hermoso
collar de perlas que él mismo ayudó a poner, para resaltar la belleza que se
escondía entre los ríos secos de su cara. Tomó su cartera, y tomada de la mano
partió hacia el lugar donde se celebraría la recepción.
Conocía lo
suficiente al joven como para estar segura de que lo amaba, era un amor que no
tenía límites, un amor incondicional. Ella lo vio nacer, crecer; ahora estaba
junto a ella, todo un galán la cortejaba. Delores no se ruborizaba, los años
estaban presentes en su espalda, era viuda, sabía lo que era amar de verdad,
ella amaba a su galán.
Al llegar
pareja por pareja fueron pasando, eran recibidos por aplausos, y gritos eufóricos,
en ese momento pudo sentir miedo. Si los escalofríos estuvieron en el cuerpo,
no lo sé, solo puedo creer que a su edad los miedos sin sentido van
desapareciendo, la vejez es un momento de espera y tranquilidad. Además era
toda una mujer, hecha y derecha. Levantó su cabeza y al llegar su turno quedó
sorprendida cuando fue recibida como todo una heroína, y su caballero como todo
un héroe. Los adolescentes los admiraban. Sonrió lo necesario, mientras por el
camino empujaba a un lado los globos que se interponían en su caminar.
El baile fue
largo, y divertido, sorprendida por lo ocurrido agradeció estar viva para
sentirlo. Cuando era joven no pudo asistir a su baile de graduación, hoy lo
hacía de la mano de su bisnieto, quien no dudó en un segundo en hacer realidad
el sueño de su querida bisabuela. Delores y
Austin Dennison disfrutaron la noche como pocos. Y aunque no fueron
elegidos como rey y reina de graduación, causaron un furor mundial que no pudieron
creer. Revistas, periódicos y programas televisivos cuentan el momento de ellos
dos. Austin es un ejemplo a seguir. En un mundo necesitado de gestos de
atención y cariño como ese, se convirtieron en toda una revelación. La historia
de una octogenaria y un adolescente que rompieron el molde y decidieron
disfrutar de su único baile de graduación. Un baile que siempre será recordado
y que a muchos hará palpitar sus corazones.
Nota: Desde
mi perspectiva cuento esta historia, no sé qué tan objetiva pueda ser. De todas
maneras Esta es la noticia. de una historia que me
sorprendió y me motivó a creer que aún en el mundo existen escenas que se
pueden aplaudir. Cualquiera de nosotros puede cumplir sueños, que los moldes
sociales no sean impedimentos para realizar gestos que hagan más humano éste
planeta.
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